El número 23

3 de Noviembre de 2011

Mi reclutador es un tipo joven de etnia india, sonriente, de aspecto impoluto. Lleva un traje gris, una camisa rosa bastante llamativa y zapatos de punta. Me da la impresión de que cuando me sonríe, le brillan los dientes como si fuese un vendedor de coches. Me lleva a buen paso -me cuesta seguirle y darme cuenta del camino a la vez- desde Tottenham Court Road hasta Leicester Square.

-¿Es aquí?
-Sí. Sexto piso, ascensor rojo. Pregunta por D. J.

Mientras me pregunto el motivo de tener ascensores de colores, él me desea suerte y se va. Con una tarjetita de "visitor" prendida en el bolsillo de mi chaqueta, me dirijo al ascensor rojo y subo. Espero, yo también, tener un aspecto impoluto. Tras unos minutos sentado en el sofá, un tipo de mediana edad, de movimientos tranquilos y unos ojos pequeños, azules, y muy vivos, se presenta a recogerme. Me presenta al otro entrevistador, M. J., y nos dirigimos a una sala -etiquetada como "The Interrogatory Room"- para comenzar la primera ronda de la entrevista.


7 de Noviembre de 2011

Es mi primer día de trabajo en The Foundry. De nuevo el ascensor rojo y el logo amarillo me dan la bienvenida. Nervioso, entro en la oficina. D. J., ahora mi jefe, me está esperando junto con otro nuevo para presentarnos al equipo y enseñarnos la planta.

La oficina tiene ventanales dando directamente a Leicester Square, plagada de cines y teatros, masas de turistas, y actualmente en obras (aunque desde nuestra planta se puede ver el verde de los árboles). Me pregunto si llegaré a sentirme en este lugar como en casa. La gente del equipo parece muy agradable, junto a mí se sienta un español que no tiene problema en enseñarme a dar los primeros pasos, y un buen grupo hemos ido a comer juntos a un restaurante chino familiar en el Barrio Chino, en el corazón del Soho.

Al final del día no he hecho gran cosa, empezar a instalar mi equipo de desarrollo para empezar a trabajar. Sin embargo, cuando llego a casa, la sensación es buena. Llego con la emoción de un nuevo comienzo, de un nuevo viaje.


25 de Noviembre de 2011

Siempre me ocurre lo mismo cada vez que cumplo años. Un torrente de ánimo reflexivo me posee, y no puedo evitar pensar en el ritmo de mi vida. Es mi primer cumpleaños fuera de casa. En el último, aunque amanecí en Oxford, coincidió con un vuelo a Asturias para asistir a un acto de la Universidad. Aun así, ¡estoy contento! He amanecido en 23 cumpleaños viviendo una aventura en Londres, y con un trabajo que me permite mantenerme (piso en Brick Lane incluido). Creo que lo que más agradezco en este momento es que haya terminado la época de finales de verano, la angustia de la búsqueda de trabajo y piso, y las dudas asfixiantes que precedieron a la decisión de venir a Londres.

Londres es una jungla hiperpoblada. El espectáculo de la estación de metro de Liverpool Street es una sinfonía digna de ver. Manadas de ejecutivos se afanan en ganar medio minuto al tiempo corriendo escaleras abajo, hordas de trabajadores luchan contra la somnolencia de las 9 de la mañana, masas informes se desplazan en grupo, anónimas. Londres es una selva llena de tribus, es un bazar donde hay de todo, el único problema es saber qué elegir. Y en el corazón del laberinto, yo me uno a la orquesta tratando de hacer sonar mis notas. Aunque desafinen. Hay una hormiga más en la fila de obreras, pero una que sí mira al cielo en busca de las estrellas del caracol aventurero.

El soldado 23 se jubila ya, y se lleva unas cuantas medallas. Entre ellas, llegar a Londres. Damos la bienvenida al soldado 24... ¿a dónde nos llevará este viaje?

Un saludo,
Adán.

De finales y principios (II)

Capítulo 1: La cámara CLL11

Deslicé la llave metálica en la cerradura y, mientras la giraba y escuchaba el suave crujir del pestillo al abrirse, no pude evitar sentirme como el jovencísimo señor Potter abriendo por primera vez su cámara de Gringotts. Abrí la portezuela y contemplé los escasos metros cúbicos que se me habían asignado como taquilla. "Bueno, si coloco bien mis cosas, debería ser bastante...", pensé. En mi caso, las catacumbas de los duendes habían sido reemplazadas por una sala polvorienta de pasillos angostos e iluminación negligente en Wolfson College.

Varios minutos después, contemplaba el puzzle de maletas, cajas y paquetes que, cuidadosamente colocados, llenaban el espacio de la taquilla. Vaya, todo un año de vida en una habitación reducido a unas cuantas cajas. Mi habitación había quedado vacía horas antes, tras una muy larga noche en vela de empaquetar meticulosamente al principio, azoradamente al final, mis preciadas pertenencias. Un año acumulando ropa, papeles, libros, decoración y recuerdos, ¡y ahora mi habitación parecía tan vacía! Cerré la taquilla, salí de la sala y me alejé con la llave de la cámara CLL11 -mi cámara- en mi bolsillo.

Capítulo 2: El tren

Un viaje de ida a London Paddington desde Oxford vale £21.40. El viaje ida y vuelta vale £21.50. Por supuesto, pueden conseguirse biletes mucho más baratos comprando con antelación pero, claro está, para eso uno necesita saber que va a hacer el viaje con antelación. Y yo no lo sabía. El suave traqueteo del vagón me llevaba rumbo a una nueva empresa, una que me ponía bastante nervioso: buscar un piso donde vivir en Londres.

Hasta ahora, siempre había viajado a Londres en bus. Era mucho más económico, y además el viaje era más directo desde el aeropuerto. National Express te recoje en Stansted y en 3 horas y media (tiempo variable en función de la suerte que tengas) te deja en Gloucester Green (Oxford). Sin embargo, el tren tenía algo especial. Para empezar, en coche o autobús siempre me mareo si intento leer, pero en el tren podía hacerlo sin problemas (más tarde comprobaría con grata alegría que en el metro también). Para seguir, se tarda muchísimo menos, la gente parece más amistosa (por ridículo que suene al verlo por escrito), y la llegada... es completamente distinta. La parada de autobuses en Victoria parece expulsarle a uno al medio de la calle, perdido en una ciudad enorme que se lo quiere tragar. Sin embargo, la estación de Paddington parece recibirle a uno con los brazos abiertos. A pesar del tumulto de gente que baja o sube de los trenes a toda velocidad, la estación tiene una luz, un espacio, una vida, que hacía que me sintiese bienvenido.

Yo, de nuevo, no podía evitar, que las palabras "Andén 9 y 3/4" resonaran en mi cabeza al pisar por primera vez aquella estación. No sería la última, ni mucho menos. Durante los siguientes días seguí yendo y volviendo de Londres en busca de una morada, en lo que recuerdo como unos de los días vividos con más ansiedad de mi vida. Sin embargo, la estación de Paddington se acabó convirtiendo en un elemento familiar para mí, un lugar al que le tengo un cierto cariño. La tienda de Cornish Pasties donde compraba empanadillas para comer en el tren, las sillas junto a la pantalla de anuncios de trenes, la salida a la calle, la bajada al metro...

Dejé la estación a mi espalda y salí a la calle rumbo a Hyde Park. En mi mochila, números y direcciones de contacto de caseros, y algún mapa impreso con prisas en el departamento. La ilusión de buscar un nuevo lugar donde vivir. Pero eso... no resultaría tan fácil.

Capítulo 3: Una casa

Después del primer viaje en tren a Londres, hubo otro. Y luego otros más. La desesperación hacía presa en mi persona, conforme la fecha del final de mi estancia en Oxford se aproximaba y la de inicio en Londres estaba aún por determinar. Al borde del ataque de histeria, acudí a una de las citas para ver un piso. A las pocas horas, estaba pagando la reserva del alquiler, y a los dos días el contrato por 6 meses.

Llovía. Llovía mucho. No sé si me explico, llovía muchísimo. Bajo la lluvia, una figura cargaba con dos maletas, un edredón, una almohada, una mochila y un abrigo, y al mero abrigo de un sombrero, se cobijaba en la estación de overground de Shoreditch esperando a que la lluvia amainase. Giré la llave y la puerta cedió. Empujé las maletas al pasillo, y abrí la puerta de mi habitación. En ese momento, la habitación vacía me pareció un reto. Eran solo unas paredes desnudas y unos pocos muebles tristes, pero tenía el potencial de convertirse en un hogar.

Estaba frente a mi taquilla de nuevo, con la llave en la mano. Esta vez, retiraba parte de mis posesiones para llevarlas conmigo, empezando así la mudanza. Mi aventura en Oxford había terminado. Mi aventura en Londres acababa de comenzar. Y no podía pintar mejor.

Os mantendré al tanto de mis andanzas por la capital, queridos viajeros, ¡permanezcan a la escucha!

Un saludo,
Adán.

De finales y principios

Siempre me han gustado los finales. Tienen un matiz poético, dramático quizá. Cuando algo malo se termina, se celebra el haber dejado atrás un periodo desagradable. Si, por el contrario, era algo bueno, entonces se glorifica y se preserva herméticamente, como si los recuerdos fuese un buen vino que mejora con el tiempo.

Siempre me han gustado los principios. Traen consigo un aroma de la infancia, un cosquilleo de víspera de Reyes, una placentera incertidumbre. Los principios vienen cargados de promesas, son todo posibilidades.

Sin embargo, siendo aficionado a finales y principios, he de confesar que no me gusta mucho lo que queda en medio. Y no me refiero a lo que hay entre un principio y su final, sino entre el final de una etapa y el principio de la siguiente. Cuando terminamos de paladear esa última pizca de sabor que dejan tras de sí los finales, pero aún no nos hemos entregado a la expectativa del principio por comenzar, nos hayamos perdidos, a la deriva. No hay un rumbo que nos guíe. Y encuentro esa sensación especialmente inquietante, desasosegadora.




Hace unos días caminaba por los jardines de Merton College, recorriendo de nuevo el escenario de La Dama Boba. Recordando la luz que no hace tanto iluminaba ese árbol, ese banco, esas escaleras. Siempre recuerdo esa escena bañada en la luz dorada del sol de las siete de la tarde. Y pensaba en como, al igual que aquellos días de teatro, mis días en Oxford van llegando a su fin.

No me gustan este tipo de encrucijadas, porque representan todas las puertas que no llegaré a abrir. La libertad es sin duda una carga cruel. Suelo decir que cuando tienes varias buenas opciones, no hay que preocuparse porque no puedes elegir mal. Y aun así, el salto a lo desconocido se me antoja perturbador.

En una semana entregaré mi proyecto fin de master (al cual dedico casi todos mis días y mis noches en estos momentos), y con ello terminará mi etapa actual. Y entonces estaré flotando en el vacío, sin causa ni motivo, hasta que cobre forma el siguiente paso. En mi caso, mi brújula apunta a Londres, pero hay aún muchas decisiones que tomar, muchas puertas a las que llamar.

Cuando era niño, en los juegos siempre volvía sobre mis pasos para probar todos aquellos caminos que había dejado sin explorar. Aunque hubiese encontrado la salida, necesitaba saber que había recorrido todo el mapa, que no había dejado ningún tesoro escondido en un rincón. Ojalá ahora tuviese la garantía de que, sea cual sea el camino que escoja, se me permitirá volver atrás para seguir buscando tesoros.

Un saludo,
Adán.

Diez mil tambores roncos




Vengo a verte con la voz
de diez mil tambores roncos.
Vengo y canto una canción,
de hojalata el pecho roto.

Vengo solo, caminando,
no recuerdo desde cuando...
sólo sé que desde un tiempo
para verte, sigo andando.

Traigo una rosa de trapo
y una caja con promesas.
Te daré la caja gratis...
y la rosa, si me besas.

Traigo pena y ternura,
traigo sonrisas a medias,
dos canciones, un sombrero,
poesías y ginebra.

Date prisa, falta poco;
date prisa, ¡estoy llegando!
Pasearemos de la mano,
saldremos a ver el campo.

Tú, las luces apagando,
fingirás que yo soy otro.
Yo, que ya me importa poco,
que me estabas esperando.

¿Hacemos Política?

Estimados viajeros,

No acostumbro, habitualmente, a hablar de política en Los Viajes de Adán. Por varias razones. No soy una persona especialmente involucrada en política. No considero tener bastante conocimiento como para ofrecer una opinión formada. Desconfío incluso de que sea posible para los ciudadanos conocer y juzgar adecuadamente a los dirigentes políticos. Y, además, pienso que la mayor parte del discurso político en España da lugar a discusiones en círculos con poco o ningún sentido y aún menos utilidad.

Sin embargo, hoy me gustaría hablar de política. Me refiero, como puede que ya sospechéis, al movimiento 15-M, a los indignados, a nolesvotes y DRY, a las acampadas que se están moviendo por toda España.

¿Por qué ahora? Quizá porque la dimensión de los acontecimientos que están ocurriendo por todo el país me ha impresionado. Quizá porque me he cansado de ser un sujeto pasivo en la política. Quizá porque creo que tengo la oportunidad de contribuir a que algo cambie, porque lo que estamos haciendo va a algún lugar.



Desde Oxford


Estoy estudiando en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Llevo aquí unos 9 meses. En un principio, no sabía casi nada de lo que estaba ocurriendo en España. Pensé que el 15-M fue una manifestación puntual. Cuando llegué a Asturias el pasado viernes 20, me encontré con que había mucho más de lo que había imaginado. Campamentos en ciudades de todo el país, gente echada a la calle reivindicando una mejora de la situación actual. Yo ya había perdido la fe en el aparato político y en la capacidad para cambiarlo de mi generación. A veces me encanta equivocarme.

Desde mi punto de vista, hay tres logros principales y de gran importancia que se han conseguido por el movimiento de los indignados:
  • Demostrar a la sociedad que los jóvenes españoles (ya) no queremos estar al margen de la política de nuestro país.

  • Demostrar a la sociedad que los jóvenes españoles somos capaces de organizarnos y hacer las cosas bien, que podemos implicarnos por una causa y luchar por ella, y no sólo ir de botellón.

  • Demostrar a la clase política que la sociedad española (y ya no sólo los jóvenes) ha decidido dejar de estar callada, que ha decidido exigir a los políticos que empiecen a hacer su trabajo.




Acampada Oviedo


Durante este corto fin de semana que pasé en Oviedo, decidí aprovechar para no quedarme al margen y participar en el movimiento. El sábado, estuve una hora en una de las asambleas celebradas en la Plaza de la Escandalera. Pasé de nuevo por allí el domingo por la noche, mientras el grupo de trabajo discutía entre otras la iniciativa del pañuelo blanco como gesto de apoyo al movimiento. El lunes por la mañana, decidí aportar mi granito de arena y ser parte de lo que ocurría, y pasé por Almacenes Galán para comprar tela y llevar 24 pañuelos blancos a la acampada. Volví a pasar después de un rato, y comprobé alegremente que unos cuantos acampados ya llevaban el brazalete.

Durante la asamblea, los problemas de darle un micrófono a literalmente cualquiera que lo pida se hicieron evidentes. Hablaban unos que tenían algo que decir y otros que no, unos que sabían hablar y otros que no, unos que sabían dónde estaban y otros que, por lo visto, no. Recuerdo la intervención de una chica que dijo algo incongruente sobre el lenguaje sexista y a continuación hizo una eufórica exposición en la que tarde un rato en darme cuenta de que sus pronombres "nosotras" y "todas" me incluían a mí. ¿Podemos superar ya todo eso y aceptar que el masculino plural es aplicable al género neutro, por favor? También hubo otra que comenzó por preguntar, de forma retórica, si sabíamos cómo se creaba el dinero, y siguió con un discurso pro-abolición de la moneda el cual terminó con decir que debíamos expander nuestras ideas no sólo a España sino al mundo entero. Otras intervenciones poco atinadas incluyeron propuestas también un poco fuera de lugar.

Me dio la impresión de que se estaban intentando dar pasos en muchas direcciones distintas, con lo que al final estábamos condenados a quedarnos en el mismo sitio. Por esto aplaudí la intervención de mi amigo Yeyo cuando señaló que para opinar y exigir hay que formarse, y que por ello sustituir parte del tiempo dedicado a las asambleas por charlas formativas que dieran paso a coloquios más orientados sería un proceder más productivo. Y, sinceramente, creo que dio en el clavo. También pienso que algún tipo de moderación para evitar que los participantes se vayan por los cerros de Úbeda ayudaría bastante.



Pero sí vi algo definitivamente valioso en la asamblea. La voz de la gente, expresada sin más. Sin intermediarios ni representantes. Cada uno con su modesta habilidad para dirigirse al público, con sus ideas más o menos pertinentes al contexto, pero todo en estado natural.

Mis amigos me contaron que algunos asistentes eran duramente castigados al hacer referencia a la necesidad de organizarnos de una forma más estructurada, porque no es nuestro objetivo formar un partido político. Dejemos algo claro, porque aquí está el punto más importante del movimiento. Que no sólo ya no confiamos en los políticos para representarnos, sino que además exigimos que empiecen a hacer el trabajo para el cual les pagamos. Nuestro objetivo no es formar un partido, entrar en el sistema y reformarlo. ¡No tenemos por qué hacer eso! No queremos convertirnos en políticos, queremos que los políticos que ya tenemos (y tenemos de sobra) hagan lo que deben. Pero, para esto, señores, debemos formarnos. Y debemos hacer política, en el sentido puro y libre de connotaciones de la palabra. Porque queremos cambiar la política.

Quise haberme quedado a dormir el domingo, pero fui muy cobarde como para hacerlo solo, así que al no obtener apoyo de ningún amigo (aunque alguno estuvo cerca), me quedé con las ganas. Aun así, me alegro de haber participado con los pañuelos. El lunes llevé el mío todo el día, volé con él, y llegué a Oxford con él puesto. Ahora, aprovecho cada instante para exponer a la gente de aquí lo que está pasando en España.

A dónde vamos


Mucha gente pensó que tras las elecciones del 22 de mayo se terminaría el movimiento. Esto es un error de base, ya que el movimiento no tenía como objetivo modificar el resultado electoral... si bien haberlo modificado puede entenderse como un pequeño éxito. A través del movimiento expresamos que estamos indignados con la clase política por no responder a nuestras necesidades, y ésto no se acaba con poner a un partido u otro en el poder.

De hecho, una de las características principales del movimiento es que es apartidista y asindicalista. Esto no significa que la gente involucrada no tenga ideologías o afinidades políticas, sino que estas pueden ser bien diversas y dispares, y ninguna define el movimiento. Una de las reivindicaciones expuestas en el manifiesto de DRY, de hecho, es que no queremos más intermediarios, por considerar que no cumplen su cometido.

No sé si lo que estamos haciendo llegará muy lejos. Quizá en unas semanas quede atrás, deje de ser noticia y se olvide. O quizá algo cambie. Quizá algo haya cambiado ya en la conciencia social. En cualquier caso, cuando todo haya pasado, quiero poder decir que formé parte de ello.



Así que sí, queridos viajeros. Hoy, en Los Viajes de Adán, hablamos de política. Por primera vez. ¿Por última?

Un saludo,
Adán.

Cómo conocí a Gandalf (Parte 2)

Continúa desde Cómo conocí a Gandalf (Parte 1).

Tengo una pregunta para usted


Tenía claro que quería preguntar algo. Sabía que quería preguntarle sobre su faceta como actor. Sin embargo, no quería parecer un fan que sólo quiere anécdotas de Gandalf y Magneto, y que sólo conoce/valora al actor por sus trabajos más comerciales. Pero, en realidad, ¡sólo lo conocía por sus trabajos más comerciales! (aunque sabía que había hecho mucho teatro también). Tras pensar un poco, finalmente se me ocurrió la solución. Le pregunté de qué trabajos se sentía más orgulloso, tanto en cine como en teatro.



Respondió que sus mayores méritos eran pequeños triunfos personales durante ensayos, en los que algo que había estado no funcionando en absoluto terminaba saliendo. Añadió que, el problema de los resultados pasados, es que no pueden mejorar, ya están hechos. Como trabajos concretos, en teatro mencionó una producción de Macbeth en la que él interpretó a Macbeth y que de hecho se grabó para TV, pero que es de las pocas con las que está satisfecho con el resultado final. En cuanto a cine, mencionó una película que yo conocía por haber visto a medias, Dioses y Monstruos (NE: A los pocos días de escribir esto, vi la película de nuevo y entera... sublime).

Dioses y Monstruos


Ian McKellen interpreta en Dioses y Monstruos al director de cine James Whale en sus últimos días. Dicho director, homosexual declarado abiertamente, fue responsable en la primera mitad del siglo XX de películas de terror tan icónicas como Frankenstein y La Novia de Frankenstein. La película gira en torno a sus últimos días, donde se muestra al director como un anciano perseguido por sus fantasmas, acosado por la enfermedad que hace que su mente le empiece a fallar y dominado en ocasiones por la lascivia.

La pieza es muy interesante, está dotada de un dramatismo bastante lírico pero sin llegar a recargarse de forma innecesaria o desagradable. Sin entrar a dar más detalles sobre el argumento, diré para exponer mi punto que el director se identifica con el monstruo de sus películas, una criatura que se siente diferente y sola.



Y este detalle me pareció muy interesante, y de hecho alguien lo puso en relieve a través de una pregunta (-declaración, pero permisible por ser interesante) en la charla, planteando si había un paralelismo entre su lucha por los derechos de los homosexuales y el papel de Magneto en X-Men. Para los profanos, Magneto es un mutante muy poderoso, enemigo de los X-Men, que defiende que los humanos y los mutantes no pueden convivir en paz. Por lo tanto, la solución es que los mutantes, siguiente paso evolutivo, tomen el control del planeta para evitar que los humanos los sometan a ellos. En las películas se excava además en el pasado de Magneto, cuando de niño fue prisionero en un campo de concentración nazi.

Ian McKellen no pudo evitar estar de acuerdo con lo propuesto, explicando además que durante la época dorada de Marvel, cuando surgieron los X-Men, estos comics eran especialmente populares entre adolescentes negros, judíos y homosexuales. Sintiéndose diferentes y discriminados, no es de extrañar que estos sectores de la población se identificaran con la problemática social mutante.

El Conejo Blanco ataca de nuevo


Una chica hizo una muy buena pregunta. "¿Cuál es tu cita favorita, de un personaje que hayas interpretado?" Ian dijo que respondería después. Y es que nos había guardado una sorpresa para el final. Una cita de Sir Thomas More, de Shakespeare (al menos atribuida en parte), que hablaba de la inhumanidad con la que los hombres se volvían contra sus vecinos por ser extranjeros. Supongo que la elección es bastante adecuada. Después de introducir la escena, se guardó las gafas en el bolsillo y comenzó a declamar. Un nudo en mi estómago, ni una respiración, sólo la voz de este hombre de 71 años recitando a Shakespeare, caminando en torno al pasillo que antes fuera puente y mirando al público que le rodeaba, como escuchando las réplicas de sus interlocutores inexistentes.

La marea de aplausos fue colosal. Y, cuando se marchaba, aún me dio tiempo a sacar el diario y un bolígrafo y perseguirlo por el pasillo para unirme a aquéllos de los presentes que obtuvimos un autógrafo.



Y así, como siempre que acudo al teatro, o a una charla de un actor, no pude evitar empezar a hacerme preguntas. ¿Puedo ser feliz sin actuar? Si no tengo claro que la respuesta a esto sea sí, ¿qué estoy haciendo con mi vida para que me lleve a donde quiero ir? Hace tiempo, escribí en mi diario: "Haga lo que haga en la vida, sé que me estaré engañando a mí mismo si no hago teatro." Lo hice en Barcelona, después de asistir a Garrick, de Tricicle. Y en momentos como este... el conejo blanco ataca de nuevo.

Un saludo,
Adán.

Cómo conocí a Gandalf (Parte 1)

Nota del editor: Publico este texto muchas, muchas semanas después de haberlo escrito y de haber vivido los acontecimientos que aquí se relatan por varias razones, de las que ahora no daré cuenta. Por su longitud, he decidido dividir el texto en dos partes para no ahuyentar al lector. La segunda parte se publicará la próxima semana.


Hoy he visto cómo un hombre de 71 años se convertía en el mago mas poderoso de la Tierra Media. Hoy visto cómo hacía vivir al Sir Thomas More de William Shakespeare. Hoy, he conocido a Gandalf, a Magneto, a James Whale... Hoy, he conocido a Sir Ian McKellen.

Ocurrió el pasado lunes 24, cuando el actor acudió a The Oxford Union a dar una charla. Fue totalmente fortuito que yo también fuera, me avisaron el sábado anterior y tardé bastante poco en decidirme. ¿Cómo perdérmelo?



Sir Ian McKellen


Para aquéllos a los que el primer párrafo les haya desconcertado, baste decir que Sir Ian McKellen (wikipedia, imdb) es actor, inglés, y famoso en la actualidad por haber interpretado en al mago más carismático del cine. Lo siento por el señor Potter, que se conforme con la plata porque el oro es para Gandalf el Gris.

También interpretó a personajes como Magneto (archivillano de los X-Men), hizo de narrador en Stardust (dato curioso que acabo de descubrir, ahora tendré que verla, una vez más... pero en inglés), y antes de todo eso ya se había labrado una reputación insigne en el teatro con algunos grandes de Shakespeare.

Un dato no tan conocido, especialmente en España, es que Ian McKellen es homosexual. Además, es un activista militante pro derechos gay, bastante activo por lo visto. Durante el evento, mencionó que suele dar charlas sobre el tema en colegios a lo largo de Reino Unido, y que familiarmente se refiere a estos circuitos como "The Gandalf the Gay Tours". Baste ésto para mostrar el sentido del humor y la franqueza del actor.

Dos cosas en las que tengo autoridad


Comenzó la charla con el propósito de comenzar hablándonos un poco de su vida, y dejar la mayor parte del tiempo para responder preguntas del público. Empezó diciendo: "Sólo hay dos cosas de las que yo puedo hablaros con algo de autoridad. Una es actuar. Y la otra, es ser gay. Llevo actuando más de 50 años, y siendo gay, por lo que sé, toda mi vida. De cualquier otra cosa no, pero de estas dos, creo que puedo hablaros con algo de autoridad."

Así, desde el principio quedó claro que Ian no tenía problema alguno en hablar de su condición. Y de hecho así hizo, ya que comenzó narrándonos brevemente sus orígenes y sus inicios en el mundo del teatro y luego sus experiencias como homosexual en la adolescencia, en lo profesional, y en lo público. Sea dicho ante todo, trató el tema de forma directa y totalmente honesta, y sin que faltara nunca el buen gusto en su justa medida.

Sin embargo, no pude evitar lamentar que centrara la mayor parte de su discurso en el tema de la discriminación gay. No es que me parezca un tema poco importante y opino que expresó sus puntos con corrección y sin demagogia, pero al fin y al cabo yo admiro a Ian McKellen por su calidad como actor, no su cualidad como activista. Pero supongo que él tenía más interés en lo segundo, y por lo visto buena parte de la audiencia también porque la mayoría de las preguntas giraron entorno a ese eje.

Puntos de interés


Lamentablemente, si bien mi dominio del inglés resultó ser suficiente para entender al orador, entender las preguntas del público fue harina de otro costal. Y, de hecho, se me escaparon la mayoría, haciendo bastante difícil entender la respuesta a falta de un contexto.

Me decepcionó lo abundante de las preguntas-declaración, de esas en las que alguien suelta una parrafada claramente parcial sobre un dilema y termina pidiendo la opinión del otro, al que poco margen le queda para aportar realmente algo al debate. Exempli gratia, "Me gustaría saber qué tiene usted que decir a aquellas personas que sostienen que las parejas homosexuales no son un entorno apropiado para educar a un niño". Recuerdo que no puede evitar soltar "¿Eso eso realmente una pregunta?", lo que mereció la aprobación del tipo que tenía sentado a mi izquierda.



Se alcanzó un punto de inflexión en el momento en que alguien, directo y valiente, preguntó de forma abierta: "¿Podrías hablarnos sobre estar en el Señor de los Anillos?", petición recibida por un clamor de aplausos. Y aquí, Sir Ian se extendió bastante, sabiéndose haciendo delicias de los fans presentes en la sala. Empezó aclarando que él no es un fan y que no ha leído los libros, pero que sin embargo solía tenerlos a mano durante el rodaje para comprobar que su texto fuera exacto.

A propósito de lo dicho, nos contó como anécodta que en la película puede verse una sombra sobre el suelo en la escena del puente de Khazad-Dûm (la caída en las Minas de Moria) correspondiente al libro que llevaba consigo. Y mientras narraba su situación en la escena del Balrog y el puente, sin puente porque era una sala verde, y sin Balrog porque era un palo alto amarillo, empezó a meterse en el papel... y nosotros nerviosos. "Y allí estaba yo, con los ventiladores creando viento contra mi cara, y gritando 'Peter, ¿qué pinta tiene este párrafo?'"... y nosotros, nerviosos. "Y estaba allí de pie sobre el puente... aunque por supuesto, no había puente.."... y nosotros, muy nerviosos. Y como colegialas histéricas nos dio la risa cuando, perfectamente consciente de la situación, se paró, miró a un lado, y dijo finjiendo extrañeza: "¿Qué creéis que viene ahora?".

Pero no nos decepcionó, y terminó interpretando la escena con la famosa frase "You shall not pass!" ("¡No puedes pasar!"). Creo que poder decir que he visto a Gandalf haciendo eso en directo es poder decir mucho. En fin, es difícil hacerse una idea de la situación que se desencadenó, la explosión de aplausos, las caras de tener 6 años y estar viendo a los Reyes Magos... Terminó por admitir que, si uno mira el libro (en inglés, claro), la frase original es "You cannot pass!"... ¡se equivocó!



Un punto emotivo y álgido en la charla se dio cuando, después de extenderse Ian McKellen a propósito del proceso de "salir del armario" (en su experiencia y en las de otros), un chico del público que se sentaba casi a mi lado alzó su mano y con voz temblorosa empezó no una pregunta, sino una declaración. No pude entender todo lo que dijo, pero terminaba con algo así: "Nunca he dicho esto antes, y, bueno, entre el público están algunos de mis amigos, y ellos lo saben, pero... soy gay." Ian, sorprendido incluso, se acercó para dar un abrazo al manojo de nervios que lloraba de emoción ante él.


Continuará en Cómo conocí a Gandalf (Parte 2).

Esa mirada



Esa mirada cómplice
que escondes,
como no queriendo saber nada,
y luego te vas
mirando atrás
y me pides que te siga
con la mirada.

Esa sonrisa
que yo hago sólo mía
me dispara,
me agita y
me subraya,
y cuando yo me quedo solo
sonrío.

Porque pienso que
a lo mejor
y sólo a lo mejor
- tú -
estás sola pensando
en mí.
Y sonríes.
Porque sí.

PD: Paradise Circus

¡Saludos, viajeros!

El lector asiduo seguramente recuerde, si ha pasado por aquí hace poco, un post publicado hace un par de semanas titulado "Nadie sale". En él mencionaba una tema de Massive Attack llamado Paradise Circus, que venía a colación por ser la banda sonora de una escena de True Blood utilizada como motivo central en dicho post.


Curiosidad


Pues bien, poco después de escribirlo me picó la curiosidad y busqué el video oficial de la canción. Como es lógico, empecé por el lugar más obvio: Youtube. ¿Y qué encontré? Pues ésto: [INCRUSTACIÓN DESACTIVADA, VER EN YOUTUBE]

¿Y qué es ésto? ¿El video de Paradise Circus de Massive Attack? ¡No! Pero casi. Al principio así lo creí, pero al leer la descripción me encontré con que el video oficial es "no apto para Youtube", y que éste es un video alternativo utilizado para promocionar el disco, con escenas de la película "The Fall. El sueño de Alejandría".

¿Y cómo es que el video original no es apto? La amable persona que subió el video anterior, en un alarde de savoir-faire, nos deja un link al video oficial para que lo comprobemos nosotros mismos.

Y fue entonces cuando me encontré con ésto:

Yo tampoco voy a incrustar el video porque ciertamente no es que sea explícito (como el mencionado de Youtube), es que incluye escenas porno.


¿Einh?


¿Porno? ¿Haces una entrada sólo para dejarnos algo de porno? ¡Eso podemos buscarlo nosotros solos! Lo sé, lo sé... ¿Convertiría yo Los Viajes de Adán en un bazar barato enlazando a porno de forma gratuita? ¡No temáis, viajeros! Aún no ha amanecido ese día. (De hecho, más me preocupa que este post haga aparecer mi blog en google al buscar otro tipo de contenidos...).

¿Qué es el video entonces? En pocas palabras, una pequeña obra de arte. En versión larga, es un mini-documental sobre Georgina Spelvin (pseudónimo común entre actrices que prefieren el anonimato), una mujer que a sus 73 años nos habla sobre su pasadado como actriz porno. Y el corte de las escenas es exquisito.

Esta anciana se planta delante de la cámara y, sin un atisbo de vergüenza, pero sin caer en el mal gusto ni en la provocación, habla de sus experiencias en esta profesión. Pero no se trata de una entrevista morbosa, ni mucho menos. Ella nos habla de lo que sentía al hacer lo que hacía, nos cuenta el porqué, nos describe en detalle las sensaciones e ideas que le han pasado por la mente y el cuerpo.

Merece la pena escucharla


Todo ello, he de decir, en un impecable inglés que espero sea fácil de comprender sin subtítulos. En caso de que me equivoque, deja un comentario y estaré encantado de añadir una transcripción + traducción de la entrevista (lo más completas y exactas que pueda), que merece la pena ecucharla.

Os dejo algunas frases que me llamaron la atención...


"Well, the truth of it is, when there's a camera running, it is so thrilling...
God help me! I love the camera."

"When you are in the reality of the film set, anything is possible."

"Oh-oh-oh, boy! An orgasm is a point in time that can't be measured.
A mystical instant that doesn't really exist in this dimension."

"Probably the most uncomfortable and humiliating thing I've ever done on film.
But, nonetheless, there I was. Because the truth of it is... I love the camera."

"We are our own devil."





...y a vosotros, ¿qué os parece?

Un saludo,
Adán.

Feliz San Valentín

Para los casados,
para los solteros,
para los divorciados,
para los viudos,
para los románticos,
para los pragmáticos.
Para los que intentan comprender el amor
y para los que hace tiempo que renunciamos
(a comprenderlo)
y nos contentamos
con disfrutarlo.
Para todos.



Los viajes de Adán les desea:

¡FELIZ SAN VALENTÍN!



PD: Si la imagen os suena a repetida, puede ser por ésto.
PPD: ¡Y aún no me compré la camiseta!

Nadie sale

Tocar fondo. Hay días en los que te sientes muy abajo, y sencillamente no tienes ganas de subir. I miss the comfort in being sad. Días de Placebo y Nirvana, de luces de Bohemia y clubes oscuros. Días para enterrarse y respirar humo, porque no tiene sentido buscar un sentido. Todo es una puta broma.

Soy el Comodoro Norrington borracho en Tortuga, soy Nicholas Cage dejando Las Vegas, soy la parte fracasada de Tyler Durden. Soy Randy the Ram, soy el Comediante después de saltar.

A veces, sentirse así es mejor que no sentir nada. A veces necesitas emociones... y no me refiero a la acepción estereotípica de "necesitar emociones" en el sentido de hacer puenting, salir de fiesta, drogarte o robar. Me refiero a la necesidad emocional para sentir que sigues vivo. ¿Se puede ser un adicto emocional?

Os dejo una pequeña joya de escena que me encontré en la no tan brillante serie True Blood, es del final del episodio 3x04 (spoiler-free), y que da origen al título y al motivo del post. Recorté sólo la secuencia de la conversación, aunque merece la pena ver el episodio entero para ubicarla mejor en contexto. (Aviso: +18)




-¿Cómo te llamas?
-Anne.
-¿Y qué opina tu marido de tu profesión?
-No tengo marido.
-¿Hijos?
-No quiero tener en este mundo de mierda.
-¿Y tú familia?
-Me decían que no valía nada, no merecen saberlo.
-Puede que tengas razón.
-No sirve de nada.
-¿Qué?
-Querer a alguien. O a algo. Empieza bien pero siempre acaba mal.
Conozco la verdad de la vida. Un infierno del que nunca saldré.
-Nadie sale.


La música se me ha quedado pegada, y la del final del episodio también es digna de mención. Añadidlas a vuestra lista para los días sin sol:


Leave me out with the waste
This is not what I'd do

It's the wrong kind of place
To be thinking of you
It's the wrong time
For somebody new
It's a small crime
And I've got no excuse

Sobre amigos invisibles y botellas

¡Saludos, viajeros!

¡Este es el primer post del nuevo año! (¡¡bieeeen!!). Habréis notado que no he hecho ningún post reflexivo sobre el 2010, ni de resoluciones para el 2011. Tampoco voy a hacerlo. Simplemente por falta de apetencia... teniendo en cuenta los cambios que ha habido en mi vida en los últimos cuatro meses, lo que me ocurriera hace 12 parece muy lejano. Y pensar en el futuro me da vértigo, ya que tengo poca o ninguna idea de dónde estaré y que haré para cuando termine el año. Así que mejor centrarme un poco en el corto plazo (mientras pueda).

Navidades


Gracias al extraño pero maravilloso calendario docente del que disfrutamos en la Universidad de Oxford, en el que cada trimestre consta de 8 semanas de clases y 6 de vacaciones/exámenes, he disfrutado estas Navidades de casi un mes entero en casa. Y ha sentado muy bien. Principalmente, me he dedicado a pasar tiempo con la familia y con los amigos.

Sobre amigos invisibles


Y para celebrar la Navidad, el grupo de la EUITIO decidimos hacer un amigo invisible. Pero no un amigo invisible cualquiera, no... no un amigo invisible de esos en los que regalas algo útil... no un amigo invisible de esos en los que puedes gastar dinero en vez de escurrirte los sesos. Pusimos un límite de 2-3 euros (¿eso no es lo mismo que un límite de 3 euros?), y a partir de ahí comenzó la batalla de la imaginación y la creatividad. Porque, ¿qué puedes hacer con 3 euros que sea realmente memorable?




El resultado fue grandioso, con verdaderas piezas de coleccionista dignas de CEAD. Manuales de Ubuntu engañosos, apéndices extirpados y latas en conserva, un juego de PALA EXTREMA (sólo puede escribirse con mayúsculas) o el "Charly's Trafal Survivor Kit" son sólo ejemplos de las maravillas que se intercambiaron aquella noche en el Trafal a la luz de unas cervezas. En mi caso, recibí un ejemplar de edición limitada (limitada a uno, vaya, porque no creo que el autor esté por la labor de ponerse a hacer otro) del carismático Mini Marvin 800.

Para aquéllos que anden un poco despistados, baste decir que Marvin es un robot superinteligente maníaco-depresivo que aparece en la Guía del Autoestopista Galáctico (película, libros, originalmente serie en la radio...), obra de Douglas Adams.

El caso es que el pobre Marvin no puede sino despertar en cualquiera con corazón aunque sea una cucharadita de ternura. Y ahora, el Mini Marvin 800 que mi amigo invisible me regaló, forma parte de mi estante de recuerdos en mi habitación en Oxford. ¡Gracias, Dani!



Y botellas


Ah, sí. Si os habéis fijado, los otros dos recuerdos que hacen compañía a Marvin son dos botellas. La botella de 50 ml de Gordon's sirvió para unos cuantos gin-tonics la noche que cenamos spätzle en la casa JSL. Y la botella de Curiosity Cola, bueno... fue lo que me dieron en The Vaults and Garden cuando pedí una cocacola. Cuando la probé y me preguntaron a qué sabía, sólo puede responder: "curiosa...".


Larga vida a Mini Marvin 800, el robot.

Un saludo!
Adán.