Cómo conocí a Gandalf (Parte 2)

Continúa desde Cómo conocí a Gandalf (Parte 1).

Tengo una pregunta para usted


Tenía claro que quería preguntar algo. Sabía que quería preguntarle sobre su faceta como actor. Sin embargo, no quería parecer un fan que sólo quiere anécdotas de Gandalf y Magneto, y que sólo conoce/valora al actor por sus trabajos más comerciales. Pero, en realidad, ¡sólo lo conocía por sus trabajos más comerciales! (aunque sabía que había hecho mucho teatro también). Tras pensar un poco, finalmente se me ocurrió la solución. Le pregunté de qué trabajos se sentía más orgulloso, tanto en cine como en teatro.



Respondió que sus mayores méritos eran pequeños triunfos personales durante ensayos, en los que algo que había estado no funcionando en absoluto terminaba saliendo. Añadió que, el problema de los resultados pasados, es que no pueden mejorar, ya están hechos. Como trabajos concretos, en teatro mencionó una producción de Macbeth en la que él interpretó a Macbeth y que de hecho se grabó para TV, pero que es de las pocas con las que está satisfecho con el resultado final. En cuanto a cine, mencionó una película que yo conocía por haber visto a medias, Dioses y Monstruos (NE: A los pocos días de escribir esto, vi la película de nuevo y entera... sublime).

Dioses y Monstruos


Ian McKellen interpreta en Dioses y Monstruos al director de cine James Whale en sus últimos días. Dicho director, homosexual declarado abiertamente, fue responsable en la primera mitad del siglo XX de películas de terror tan icónicas como Frankenstein y La Novia de Frankenstein. La película gira en torno a sus últimos días, donde se muestra al director como un anciano perseguido por sus fantasmas, acosado por la enfermedad que hace que su mente le empiece a fallar y dominado en ocasiones por la lascivia.

La pieza es muy interesante, está dotada de un dramatismo bastante lírico pero sin llegar a recargarse de forma innecesaria o desagradable. Sin entrar a dar más detalles sobre el argumento, diré para exponer mi punto que el director se identifica con el monstruo de sus películas, una criatura que se siente diferente y sola.



Y este detalle me pareció muy interesante, y de hecho alguien lo puso en relieve a través de una pregunta (-declaración, pero permisible por ser interesante) en la charla, planteando si había un paralelismo entre su lucha por los derechos de los homosexuales y el papel de Magneto en X-Men. Para los profanos, Magneto es un mutante muy poderoso, enemigo de los X-Men, que defiende que los humanos y los mutantes no pueden convivir en paz. Por lo tanto, la solución es que los mutantes, siguiente paso evolutivo, tomen el control del planeta para evitar que los humanos los sometan a ellos. En las películas se excava además en el pasado de Magneto, cuando de niño fue prisionero en un campo de concentración nazi.

Ian McKellen no pudo evitar estar de acuerdo con lo propuesto, explicando además que durante la época dorada de Marvel, cuando surgieron los X-Men, estos comics eran especialmente populares entre adolescentes negros, judíos y homosexuales. Sintiéndose diferentes y discriminados, no es de extrañar que estos sectores de la población se identificaran con la problemática social mutante.

El Conejo Blanco ataca de nuevo


Una chica hizo una muy buena pregunta. "¿Cuál es tu cita favorita, de un personaje que hayas interpretado?" Ian dijo que respondería después. Y es que nos había guardado una sorpresa para el final. Una cita de Sir Thomas More, de Shakespeare (al menos atribuida en parte), que hablaba de la inhumanidad con la que los hombres se volvían contra sus vecinos por ser extranjeros. Supongo que la elección es bastante adecuada. Después de introducir la escena, se guardó las gafas en el bolsillo y comenzó a declamar. Un nudo en mi estómago, ni una respiración, sólo la voz de este hombre de 71 años recitando a Shakespeare, caminando en torno al pasillo que antes fuera puente y mirando al público que le rodeaba, como escuchando las réplicas de sus interlocutores inexistentes.

La marea de aplausos fue colosal. Y, cuando se marchaba, aún me dio tiempo a sacar el diario y un bolígrafo y perseguirlo por el pasillo para unirme a aquéllos de los presentes que obtuvimos un autógrafo.



Y así, como siempre que acudo al teatro, o a una charla de un actor, no pude evitar empezar a hacerme preguntas. ¿Puedo ser feliz sin actuar? Si no tengo claro que la respuesta a esto sea sí, ¿qué estoy haciendo con mi vida para que me lleve a donde quiero ir? Hace tiempo, escribí en mi diario: "Haga lo que haga en la vida, sé que me estaré engañando a mí mismo si no hago teatro." Lo hice en Barcelona, después de asistir a Garrick, de Tricicle. Y en momentos como este... el conejo blanco ataca de nuevo.

Un saludo,
Adán.

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