2010: No pensar


No pensar. Ahora mismo estoy recordando la escena de "El Último Samurai" en el que el hijo de Matsumoto insiste a Algren en que para pelear, debe dejar de pensar. Pensar gente, pensar espada, pensar enemigo... demasiado pensar. No pensar.

Y en cierta forma, hoy uno de enero me siento un poco así. Podría hacer un resumen de lo que fue el 2009 (post tópico... de blog tópico), o de mis esperanzas para el 2010. Pero no me apetece en absoluto.

No me malinterpretéis. No es que este año haya tenido malas experiencias, o que ahora esté deprimido o desganado. Simplemente no me apetece pensar. Lo cual, en mí, es bueno, ya que dedico gran parte de mi tiempo a pensar en todo lo que hago y siento, hasta el punto de convertir el auto-análisis en un hábito adquirido convulsivo y cuasi-patológico.

No pensar.

Está bien, es cierto que no puedo dejar de aprovechar este hito interanual (¿podríamos acordar que existe un instante entre el fin de la nochevieja y el principio de año nuevo, que no pertenece a ningún año?) para reflexionar un poco sobre mí. Lo que he sido, soy, quiero ser... puedo ser... voy a ser.

Pero el caso es que una vez llegados a este punto me doy cuenta de que lo que quiero ahora mismo es ser una persona que piensa un poco menos y vive un poco más. E insisto en que no es ningún tipo de reflexión en plan "pienso demasiado", simplemente responde a lo que me apetece en este instante. Fuera es de noche, y me apetece dar una vuelta. Voy a abrir la ventana para que refresque un poco.

Mmm... mejor. Mi escritorio está frente a un ventanal, y desde mi ventana se ve el parque y más allá el monte. Me basta abrir la ventana para sentirme un poco al aire libre, y dejar entrar un poco de naturaleza en mi habitación.

Ahora me acuerdo de la película "I heart huckabees", por aquello de dejar la mente en blanco. Muy zen. Lo cual me recuerda otros planes para el 2010... pero no es el momento de hablar de ellos.

Así que sin más, recomiendo al lector que tome una hojita cuadriculada, y escriba un justificante firmado por el mísmo en el cual se exime de pensar durante un periodo de tiempo no menor que un rato. En este fenómeno de arrastre de la Navidad, en la que todos hacen recuento del año y propósitos para el siguiente, mi propuesta para el lector es que se niegue a pensar. No pensar. Desconectemos. No os preocupéis, que ya se encargará alguien de avisarnos para volver a conectar.

Un saludo, viajeros,
Adán.