Barcelona, una vez más

"Ahora mismo termino de retocarlas desde Barcelona. Aquí hoy también llueve. ¿Y qué hago yo en Barcelona? Bueno, ésa... es otra historia :)"

Así me despedía en el post anterior -Lluvia-, dejando la puerta abierta para hablar en otra ocasión de mi última aventura.

No tenía muy claro si escribiría o no sobre mi viaje a Barcelona. Pensé en incluirlo como CEAD (incluso Superlayo me lo sugirió), pero luego lo descarté porque no me pareció que encajase exactamente en el perfil. Aunque buenamente podría haberlo hecho. El caso es que al final me he decidido a escribir. Porque tengo bastantes recuerdos importantes, y escribir sobre ellos es un buen modo de fijarlos y dejar testimonio. Comencemos pues, viajeros.



Por qué Barcelona


Todo comenzó con "Tres idiotas en Barcelona": El año pasado, en Semana Santa, tuve el honor de compartir unos cuantos días en Barcelona con dos compañeros de viaje de la más alta índole: Chus y Dani. Planeé el viaje a la ciudad para aprovechar y hacer una visita a Irene, una gallega a la que conocí en un campamento de MarCha. Me enamoré un poco de la ciudad, sus calles, su ambiente... y me quedé con ganas de volver aún a sabiendas de que aquéllos días fueron irrepetibles.

El caso es que durante una conversación telefónica surgió la idea de hacer el viaje durante el puente de mayo, como típico comentario que no se toma en serio al principio, pero luego pensé que son precisamente estas cosas impulsivas que no hago nunca de las que más disfruto cuando me atrevo a hacerlas. A los cuatro días de tomar la decisión, estaba en un tren nocturno rumbo a Barcelona.

Y mereció la pena.


Capítulo 1: El tren


La última vez que había visitado la ciudad, el viaje lo hice en avión. Me gusta el avión, de pequeño me parecía emocionante y divertido. Recuerdo con cariño la vez que mi abuelo me llevó a ver la cabina por dentro pidiendo permiso al piloto. Sin embargo, en esta ocasión la prontitud del viaje no aconsejaba una reserva aérea, así que escogí el tren.

Bien, el viaje en tren es una verdadera experiencia. Seis literas por departamento son cinco posibilidades de coincidir con alguien interesante cuando viajas solo. En la ida compartí "camarote" con una pareja joven que vivían en Gijón e iban a pasar unos días en un pueblo de los Pirineos con algunos amigos. Ella era de Jaén y él de Brasil, no recuerdo el nombre de ella pero él era "Vini" -transcrito como mejor sé-. Charlamos un rato en el vagón y luego compartimos más tiempo en la cafetería del tren mientras cenaba, eran muy agradables y sobre todo ella hablaba todo el rato.

Resulta que él era Ingeniero Civil en Brasil, pero aquí no le habían convalidado aún el título así que "trabajaba con la bicicleta" aunque no sé en qué. Y en agosto se iban a ir a vivir a Chicago porque a ella le habían dado una plaza de ayudante de profesor, según creí entender. Qué historias.

El deambular por los pasillos del tren buscando la cafetería o algún baño libre, cruzarme con los demás viajeros, ver pelis en el portátil, echarse en el saco usando como almohada la chaqueta... todo ello envuelto del constante traqueteo y algún ocasional vaivén sobre las vías, son cosas que hacen de viajar en tren algo muy divertido. Y mi aventura Barcelonesa no había hecho más que empezar.


Capítulo 2: Garrick


"DAVID GARRICK, un célebre comediante inglés del siglo XVIII al que, según cuenta la leyenda, estaba tan extraordinariamente dotado para la comedia, que los médicos recomendaban sus actuaciones como una especie de “remedio mágico” capaz de sanar cualquier penda del alma"

Además, Garrick da nombre a un espectáculo teatral de los geniales Tricicle.

Cuando Esther me dijo que el día anterior había ido a ver a Tricicle, casi me da un vuelco el corazón. Para un entusiasta y aficionado al teatro (a uno y otro lados del escenario), ver actuar a Tricicle en directo es casi un sueño. Así que, mientras la mayor parte de Barcelona estaba presa del hechizo futbolístico en aquél por lo visto épico Barça-Madrid, yo entraba al teatro, radiante de ilusión porque iba a ver a Tricicle.

Increíbles. Geniales en su significado más alto, porque son "Genios del humor". Cuando entré, estaba un tanto meditabundo después de dar un par de vueltas con mis preocupaciones por las Ramblas y Portal del Angel, pero desaparecieron por completo a los pocos segundos de empezar el espectáculo. No tengo palabras para explicarlo... no pude parar de reír de principio a fin. Un señor de la fila de delante me dijo al final que si me lo había pasado bien, más afirmando que preguntando. A mandíbula suelta, que forma de reírme.

Del diario de Adán:
"Haga lo que haga en la vida, sé que me estaré traicionando a mí mismo si no hago teatro."


Capítulo 3: Sitges o "Cinco minutos, caballero"


El domingo pasamos el día en la playa, en Sitges. Compramos unos bocatas en un bareto del pueblo de la que salíamos de la estación de trenes, bareto que por cierto olía un poco raro y en el que un camarero era especialmente borde, y nos dirigimos a la playa.

Si tenéis ocasión de visitar Sitges, es un lugar interesante. Para ser un destino playero probablemente muy turístico, no tiene la fisonomía de la playa que estoy acostumbrado a conocer: La primera línea está formada por edificios desiguales, de pequeño tamaño, de colores variados... en vez de altísimos hoteles grises como suele ocurrir. Tiene ese encanto mediterráneo.

Y además Sitges guarda un secreto oscuro. Extrañas e inexplicables anomalías espacio-temporales acontecen a los viajeros que se atreven a adentrarse en sus playas. O al menos eso me pasó a mí. Porque el recorrido Residencia-Sitges duró a la ida alrededor de una hora, y el recorrido Sitges-Residencia duró a la vuelta una hora y media. Y yo sólo contaba con una media hora de margen para llegar a la estación de Barcelona-Sants para coger el tren de vuelta a Oviedo.

Madre mía, qué carreras por Barcelona, volando con las maletas de metro en metro, metro que además estaba en obras con lo que el trayecto incluyó un largo transbordo urbano. Total, que mi tren salía a las 22:00 y a menos cinco yo aún el metro y faltaba alguna parada. No volví a mirar el reloj por si acaso. Lo peor es estar sentado en el vagón de metro sabiendo que no puedes hacer nada por acelerar las cosas. Llegué a Sants muy, muy, muy nervioso, corriendo a ver las pantallas de "Salidas" para localizar el andén de mi tren. El primer tren que aparecía salía a las 22:04. Oh-oh. Llego a donde tenía que presentar el billete, el cual tardo un rato en sacar de nervioso que estaba: "¿El tren para Oviedo ha salido ya?".

"¿Oviedo? El tren ya salió." -señala su reloj- "Cinco minutos, caballero".


24 horas de regalo


-Nota para el lector: Han transcurrido varias semanas desde que escribí todo lo anterior hasta que me dispongo a proseguir con estas líneas-

Es difícil describir cómo me sentí. Durante el trayecto a la estación había imaginado esa posibilidad, tratando de borrarla de mi mente para concentrar mi energía positiva en un alarde de optimismo con repercusiones kármicas a mi favor. Como habréis comprobado, no funcionó.

Así que me sentí mal por haber perdido el tren, y hasta unas horas después no se me quitó esa sensación. Sólo se fue cuando hubo pasado un rato desde que llegué a la habitación que consiguieron dejarme (id est, me colaron de mala manera en una habitación de una residencia que no pienso nombrar aquí). La noche fue genial, juegos al estilo campamento en una habitación (aprendí uno nuevo muy interesante, "Psiquiatría"), conocer gente nueva, yo pasándomelo como un enano...

Y el día siguiente también estuvo muy bien. Desayunar tranquilamente, tener un momentito tranquilo a solas al sol, y por la tarde Más tiempo para recorrer las calles y despedirme del Barrio Gótico, Portal del Angel, las Ramblas... verdaderamente lo disfruté.


En resumidas cuentas


Hice un viaje loco de forma impulsiva, pasé unos días muy bonitos conociendo un poco más una ciudad, vi a Tricicle en directo y conseguí sus autógrafos, reafirmé mi devoción al arte teatral, perdí un tren y me recuperé del "trauma"... genial.


Lamento tardar tanto en escribir esto, y tanto en finalizarlo y publicarlo. He estado muy de-bloggeado estos días, pero me lo tomo con calma. Os dejo con una frase que encontré en un juguete de un puestecillo de Portal del Angel...

"Como no sabía que era imposible, lo consiguió"

Un saludo, y hasta otro viaje!
Adán.