Segismundo unchained: 2. Construcción de un personaje (o despertar a una bestia)

(Banda sonora, opcional, para este post: Asleep, The Smiths)


"Eres un puto animal psicópata". Tratar de despojarse de uno mismo, o de las cosas que le hacen a uno ser uno mismo, para encarnar a otra persona, es una de las cosas más bonitas que tiene el teatro. "¡Y te vuelves a caer, y te vuelves a levantar, y te vuelves a caer!". Es como ponerte un disfraz, pero como si el disfraz te lo pusieses desde dentro. "Y miras hacia arriba, y te preguntas, ¿por qué a mí?". Y, quieras que no, lo cierto es que aprendes mucho de ti mismo. Porque hay muchas cosas de ti, pequeños gestos, formas de moverse o estar parado, que no eres consciente de cuán específicos son a tu persona. "Eres un animal salvaje... ¿qué pasa si intento tocarte?" Hasta que tratas de ser otra persona, claro.


Segismundo, animal

Dados mis papeles anteriores, no es de extrañar que cuando expresé mi interés en ser Segismundo a Tere y Luis no les convenciera mucho la idea. "Nuestro Segismundo NO es refinado", me decían al hacer la audición. Así que, dándome cuenta de que el Segismundo que yo tenía en la cabeza no iba a valer, les pedí que me dijeran abiertamente qué es lo que buscaban, para ver si yo lo tenía. "Hazlo otra vez, pero con rabia. No muevas las manos. No te muevas. Hazlo sólo con la mirada, fija al frente".

El trabajo para construir a Segismundo comenzó de verdad a un nivel emocional y físico. Hubo muchos ensayos, pero ése, el primero, lo recuerdo muy bien. Estábamos en una sala de un college, que parecía usarse poco o nada. Unas escaleras con barandilla de madera daban paso a una especie de balconcillo-piso superior, que estaba lleno de trastos polvorientos. Abajo, sólo había alguna que otra silla y sofás viejos. De sobra: en realidad, sólo necesitábamos el suelo.

Es importante señalar que, al construir un personaje, hay que dotarlo de varios registros, de lo contrario el resultado será un personaje plano o, en el mejor de los casos, aburrido. Para Segismundo, comenzamos con la fiera. El animal enjaulado. Una emoción básica: rabia. El trabajo primero que hicimos fue ensayar movimientos por el suelo, los mismos que utilizaría en prisión y en palacio para gatear de un lado a otro. Ensayamos gruñidos, gritos y, sobre todo... ensayamos caídas. El continuo subir y caer, subir y caer, y subir, y caer, despertó un matiz a esa rabia salvaje: frustración. Un sentimiento de rabia maltratada, en este caso surgiendo de forma física y real. Nota: los golpes contra el suelo duelen; no eran fingidos. Al poco, este matiz despertó una segunda emoción básica. "Piensa que toda tu vida la has pasado en esta celda, nunca has visto a tu madre, nunca te han tratado con cariño, y piensa ¿por qué me tiene que pasar esto a mí?". Tristeza. "Vuelves a levantarte y vuelves a caerte".

Recuerdo que ese primer día también incluimos un elemento adicional, algo que Segismundo no conocía y veía por primera vez: Rosaura. Fue el primer atisbo de un Segismundo tierno, desconcertado. Pero para llegar a eso, haría falta más.


Segismundo, loco

"Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma o ramillete con alas, cuando las etéreas salas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que deja en calma; ¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad?".

Un problema importante a la hora de utilizar el texto es que, Segismundo, por mucha fiera que sea, dice cosas muy racionales. Era un problema que nos afectaba especialmente porque en nuestra interpretación queríamos llevar la faceta animal, salvaje y desquiciada de Segismundo al extremo. Y claro, había que encontrar la forma de hacerlo sin romper consistencia con el texto (esto para mí es muy importante).

Además, había que encontrar la forma de que Segismundo no estuviese siempre ahí arriba, dominado enteramente por la rabia, ira, fuego y destrucción. Había que encontrar al "Segismundo tranquilo".

La solución fue buscar un Segismundo reflexivo al que, y con esta misma expresión me refería yo internamente a este registro cada vez que lo tenía que utilizar, se le iba la pinza. La voz mucho más calmada, mirada perdida, hacia el público o el infinito, a menudo gestos con las manos intentando alcanzar algo invisible para el resto. Ya era una pista de uno de los temas de la obra, la percepción de la realidad.

Otro aspecto que tratamos de trabajar para mostrar un Segismundo más variado, y reforzando la faceta esquizofrénica del príncipe de Polonia, fueron las explosiones. Cambios muy repentinos de suave a fuerte, y viceversa. En este sentido, confieso haber hallado inspiración el personaje de Gollum, en concreto en una escena en Las Dos Torres en la que dialoga con sí mismo ("¡Vete, y no vuelvas más!"). Y esto fue base más adelante del Segismundo debatiéndose entre matar a Clotaldo o perdonarlo, o entre tomar a Rosaura o defender su honra.


Segismundo, rey


"Es verdad, pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos."

Conforme avanzan las escenas, Segismundo evoluciona. Intenta dominar su parte de fiera, y recuperar su parte de hombre, con la esperanza de vencer al hado que tan negro destino le pronosticó en su nacimiento. Así, una nueva faceta va surgiendo y se hace visible en algunas escenas de la obra: Segismundo muestra el deseo de hacer el bien.

Para transmitir lo que realmente pasa dentro de Segismundo en estas escenas, no valía con usar al Segismundo loco sin más. Me hubiera parecido que se perdería todo el arco del personaje de hacerlo así. Pero tampoco tenía sentido hacer un Segismundo cuerdo, entero y presentable. En esta interpretación, no había cabida para una evolución tan radical. Y la respuesta, la encontré en una idea: la derrota.

"Cielos, si es verdad que sueño, suspendedme la memoria, que no es posible que quepan en un sueño tantas cosas"

Para mí, cuando Segismundo prueba la dulzura del poder para ser devuelto a su celda por mostrarse cruel en palacio, experimenta una dolorosa sensación de fracaso, de derrota, de no poder más... que no tiene ya tanto que ver con la rabia como con la tristeza (¿Alguna vez has tenido un sueño tan dulce, que al despertar quieres llorar porque no era verdad?).

Y después de representar la obra varias veces, día tras día, al final fueron estos momentos los que más disfrutaba. Las explosiones de rabia, si bien intentaba hacerlas con la misma intensidad cada noche, habían ido perdiendo significado. Los momentos de locura, nunca los viví con tanta intensidad. Pero los momentos de derrota... ahí sí que me sentía Segismundo, con el alma al desnudo, puesta delante del público. Ahí sí que, como actor, estaba diciendo "¡esto, esto es lo que soy...!".

Interludio: Stanislavski vs Alba

Flashback. Estoy en Oviedo, terminando la carrera, y asistiendo a clases de teatro con el grupo de la Universidad. El cursillo es sobre inteligencia emocional en el teatro. Mi trabajo final es una comparativa de dos métodos de actuación: Stanislavski y Alba Emoting. El de Stanislavski promueve técnicas como la memoria emotiva: recordar una experiencia personal en la que se experimentó una emoción para traerla al presente al actuar, reviviendo dicha emoción. El de Alba (creado por Susana Bloch), utiliza patrones fisiológicos, como la respiración, postura o expresión facial, para hacer surgir emociones específicas sin necesidad de acudir a un estímulo que las provoque (os sorprendería hasta qué punto funciona).

Cuando hago algún ejercicio de actuación, tiendo a hacer algo en las líneas de lo segundo. Menos involucración emocional. Hay muchas historias de actores que se meten tanto en el personaje que acaban con problemas, y para un actor profesional, no es lo recomendable. Pero, qué queréis que os diga, yo no soy un actor profesional.


Momentos

Durante La Vida es Sueño, cada vez que me arrodillaba tras las barras de mi celda esperando a que se encendieran las luces, comenzaba la conjura por dentro. Estás solo. La respiración acelerada. Nunca saldrás de esta celda. Los puños apretados. La mandíbula apretada. Nunca encontrarás a nadie. La cabeza gacha, el pulso batiendo fuerte. Eres un puto monstruo y nadie te quiere. Y por fin, la explosión. "¡Ay mísero de mí!". Enseñando por fin la cara... "¡Y ay, infelice!". Aún puedo sentir las luces del teatro sobre mí al escribir estas líneas.

"Sólo a una mujer amaba. Que fue verdad, creo yo, en que todo se acabó, y esto solo no se acaba."

Cada vez que levantaba el brazo a través de los barrotes, y extendía la mano recordando el sueño de palacio, intentando agarrar algo que se me escapaba... no os mentiré: al hacer el gesto de acariciar un rostro invisible con la mano, inclinando la cabeza y mirando a través del aire, estaba viendo una cara. Cada noche, todas las noches.


Puede que no fuese lo correcto, puede que no fuese lo profesional. Pero esos momentos son los que más me quedan. Esos momentos son en los que, de verdad, fui Segismundo, dejando a Antón atrás. O quizá fui más Antón que la mayor parte del tiempo que paso fuera del escenario, y quizá por eso me gustaba ser Segismundo. Quizá por eso me gusta actuar. En esos momentos, en esos momentos estaba gritando:

"¡Esto, esto es lo que soy...!"

Un saludo,
Adán.

London Farewell

No es una decisión que se tome en un momento. Al principio, es sólo una idea. Pequeñita. La comentas casi en broma, pero en realidad sabes que es más en serio de lo que quieres hacer creer. Sólo estás dándole forma. Poco a poco la idea va creciendo. No es una decisión que se tome en un día, ni en una semana. Vas dándole vueltas.

El problema es que, una vez tomada la decisión, ni si quiera tú te la crees del todo. No hasta que le pones fecha, el punto de no retorno.


5 de Julio de 2013, medianoche. El punto de no retorno.

Los cacharros de la cena se apilan junto al fregadero, los platos sobre la mesa, y un par de piedras de hielo y una rodaja de limón se aferran a los restos de refresco que quedan en el vaso al que doy vueltas, escuchando el tintineo contra el cristal. Miro la pantalla del ordenador. No tiene sentido seguir buscando fechas, ya la he escogido. No tiene sentido mirar otras rutas u horarios, sé que ésta es la más barata. Hago clic. Un clic. Por primera vez en mucho tiempo, compro un billete… sólo ida.



12 de Julio de 2013, 2:57pm. Despedida en el British.


Llego a la entrada del British Museum un poco a la carrera. He pasado estos días despidiéndome de gente. Pero esta tarde está reservada para otro fin: despedirme de la ciudad. Llego un par de minutos tarde al evento “The Way of Tea”, una demostración de la ceremonia del té japonesa. Llevo más de un año queriendo asistir, y siempre me lo he perdido. A la hora de la verdad, se me hace corto, y desde mi lugar en la fila de atrás no aprendo mucho. Pero hay un sentimiento de gratificación por no haber dejado ese cabo suelto. De alguna forma, ya puedo marcharme más tranquilo.

Doy un paseo corto por el museo. De nuevo el Partenón de Atenas, que siempre me recuerda mi primera visita a Londres, la misma sala donde Dani me explicaba las centauromaquias. En la exposición de relojes, por fin entiendo cómo funciona un reloj de pesas o de cuerda. Y tras deambular un poco más, dejo las puertas del museo a mi espalda.

En vez de dirigirme a la estación más cercana, me decido a pasear un poco más por el centro, alentado por el buen tiempo de verano y lo azul del cielo (si uno vive en Londres, uno aprende a valorar estas cosas mucho, muchísimo). Por la mañana había estado en Soho y Covent Garden. Ahora, paso por Chancery Lane y Holborn, recorrido que hice por primera vez a pie con María, aquél día que decidimos no coger el metro para ir a St Paul, y sigo andando hasta City Thames Link. No ha sido algo planeado, aunque cuando sucede, sé que de algún modo no podría haber pasado de otra manera. Londres se merecía un último paseo que fuera completamente innecesario.


15 de Julio de 2013, 7:20am. Tres años en cajas.

La sensación de un cuarto vacío es sorprendentemente polisémica. Al llegar, es una promesa. Es un lugar sin historia ni recuerdos, es un lienzo en blanco donde empezar a pintar. Cada mueble, cada libro, cada adorno en la pared, poco a poco van configurando algo tuyo. Pero el proceso inverso es mucho más costoso, porque al ir desnudando las paredes y los muebles es como si te arrancases cachitos de ti mismo, de tu historia en ese lugar. Y los vas guardando.

Es la última. La última caja. La última de 16. Todas embaladas, con mi dirección escrita bien grande. Intento olvidarme de esa sensación de que se me olvida algo, ya estoy acostumbrado a ella cada vez que cierro una maleta. Cuando el camión se las lleva, la casa me parece mucho más vacía. De alguna forma, aunque me quede una noche, ya ha dejado de ser mi casa.

Lo cual me recuerda mucho a la cámara CLL11


16 de Julio de 2013, 11.30am. Sólo ida.


Por alguna razón, los aeropuertos me gustan. No sé. Me dan una cierta sensación de calma. Quizá sea el presenciar una máquina tan sumamente compleja funcionando con tanto orden. Hormiguitas que entran, hormiguitas que salen. Deposite aquí su equipaje. Rayos equis, escáneres. Su puerta es la 19, controle su equipaje de mano. Sí que hay cierta cantidad de estrés asociada al viaje, pero para mí la peor parte es hasta llegar al aeropuerto. Y, si he dormido medianamente bien (lo cual es raro) y tengo un libro a mano (lo cual no lo es), esta parte no es tan dura. Es curioso, por cierto, cómo libros concretos pueden dar matices especiales a los momentos que vivimos (en este caso, era American Gods de Neil Gaiman).

Cuando el avión despegó, no sé si se notó, pero creo que se me quiso escapar el amago de una sonrisa en los labios. Me iba a casa.



24 días después. 9 de Agosto de 2013, 8.45pm


-¿Te has hecho ya a la idea?
-No. Ni creo que me lo haga. Seguramente, no hasta pasar varias semanas en España. Y darme cuenta de que ya está, no tengo fecha de vuelta. De que ya no estoy en Londres. De que cerré el capítulo.

Es una sensación curiosa. La gente me pregunta que qué hago aquí. Si estoy trabajando. No lo entienden. No entienden que no dejé Londres porque tuviera algo esperando. Dejé Londres porque tocaba terminarlo. Y, la verdad, estoy tranquilo. Creo que duró el tiempo justo. He vivido en dos casas, en Brick Lane y en Brixton. He buscado trabajo, he hecho entrevistas, he tenido mi primer trabajo y lo he perdido, y lo he recuperado por un tiempo y al final se ha terminado. He conocido a mucha gente que hacía cosas muy distintas. He visto cosas que yo no creería, recorrido muchos sitios, algunos hasta hacerlos familiares, y aprendido muchísimo.

-¿Vienes para quedarte?
-De momento.
-¿Qué tienes pensado hacer?
-… (pausa larga). Muchas cosas. (sonrisa). Demasiadas. Pero veremos por dónde empezamos.

Al fin y al cabo… ya lo he hecho una vez.


Un saludo,
Adán.

Mr Nobody, a letter to a stranger

Esta es una historia real. Está en inglés por respetar el idioma original.
Nada más.


Just to let you know, I've just seen Mr Nobody. I had to talk about it. To someone. I don't know, you might not be the right person to talk to. But right now... well, my ideas of what "right person" actually means are all mixed up.

You need to understand something about me. I have a very strong feeling of destiny. I don't mean I believe it exists. I mean I want to believe it does so hard that sometimes it hurts. I also have a terrible fear for decision-making. Life choices scare me to death, thinking of all what I am leaving behind by choosing any one path. I would like to live every life possible for me. But I can't.

Having said that, what this film has made to me... well, right now, I can't understand. What I think I mean is, that most of my life I have spent hoping to be in that right path. The path that leads to her. The right person. But Mr Nobody says, all paths are right. What do I make of that?

If every path is right, does it really matter that I try so hard? Being here, for instance, looking through people faces, hoping to see the one. Does it make sense? Writing to you right now.

And if I do meet that person, when I see her face... will I know? And more importantly: will she?

But I don't know you, and you don't know me. You are just a stranger. One of the many stranges I could have chosen to write to. But I choose you to tell you this, only to you. I don't know if it makes sense. But I just think now that it maybe doesn't make sense working so hard to choose the right path, because perhaps the architect knows. And I am, was, will be, the architect. So I will choose right. Maybe it's time to live.

Thanks.


Un saludo,
Adán.

Foxes in the backyard

En Inglaterra, no es del todo extraño encontrarse de vez en cuando con estas bellísimas criaturas. Y, en contraste con lo habitual en España, donde uno sólo espera avistarlos en el monte o el campo, aquí es relativamente fácil verlos en áreas urbanas.

En mi estancia en Oxford recuerdo cruzarme con zorros alguna que otra noche de la que salía de entrenar del club de karate, que estaba en una zona con bastante campo abierto. Lo que no es tan habitual, queridos lectores, es encontrarse zorros a plena luz del día. Y en tu casa.


Pues bien, desde hace unos días para acá, resulta que cierta pareja de zorros ha cogido gusto al jardín de detrás de nuestra casa. De hecho, han tomado posesión de varios de los jardines de la zona, y a menudo se les puede ver desarrollando sus actividades diarias, generalmente consistentes en pasearse, dormir o jugar.

Ustedes pensarán lo que quieran. Yo pienso que nos traen suerte.


El zorro rojo, Vulpes Vulpes o Canis Vulpus, es la especie más común de zorro, y además un tipo de cánido. Es omnívoro, y a diferencia de la mayoría de los perros tiene las pupilas verticales (cual gato) y las garras retráctiles (cual gato de nuevo).

Suele asociársele como característica representativa la inteligencia, a menudo con ánimo de engaño y manipulación. En la mitología celta se habla de brujas que pueden transmutarse en zorro. En China, de los huli jing: espíritus con cuerpo de zorro con nueve colas (¿a alguien le suena de algo?), similares a los kitsune japoneses que toman forma de zorro a voluntad. Y en los cuentos tradicionales europeos no es raro encontrarse con zorros astutos y taimados.

Aunque, por suerte, no todos los zorros son así.


Y tras tanta investigación teórica (que puede haber conllevado mirar uno o más artículos en wikipedia), recopilar este informe de campo y poner junta toda esta información, un servidor no tiene otro remedio que preguntarse... ¿tendrá esta inesperada invasión zorruna, o zórrica si lo prefieren, algo que ver con los gatitos espía?

Les deja con esa pregunta y se despide hasta otro viaje, su leal servidor. Espero que puedan dormir tranquilos, yo seguro que no.

Un saludo,
Adán.

Segismundo unchained: 1. El sueño

Terminó muy rápido. Como siempre en estos casos, más rápido de lo que empezó. Habían sido muchos meses de ensayos, muchos trenes desde Paddington. Muchos viajes en metro recitando líneas por dentro, muchas horas de imaginar el momento. Y, cuando llegó, como siempre en estos casos, pasó en un suspiro. Miré el teatro vacío, pestañeé, y los focos ya se habían apagado.



Ser Segismundo durante unos días de mi vida acarreó muchas cosas. En primer lugar, una gran cantidad de tiempo y dedicación. Durante meses, llevé un ritmo insoportable de trabajar de lunes a viernes y viajar a Oxford los fines de semana para los ensayos. Las semanas anteriores al estreno, me mudé a efectos prácticos a Oxford, y estuve viviendo literalmente de forma exclusiva para la obra de teatro. Ensayar, construir decorado, ayudar con los trajes, ensayar más, preocuparme, preocuparme de nuevo, discutir en mi cabeza, volver a convencerme de que valía la pena.

También ha supuesto un reto muy importante, uno al que tenía muchas ganas de enfrentarme. En mis pasados papeles con The Oxford Spanish Play, tanto Laurencio en La Dama Boba como Sigerico en Un Marido de Ida y Vuelta, había puesto cara a personajes carismáticos, refinados, atractivos, caracterizados por una sonrisa encantadora. Laurencio era el arquetipo de galán diecisietesco, inteligente, un tanto oportunista, conquistador. Sigerico tenía la cabeza llena de pájaros, con sus ansias de ser artista que cambiaban cada día de la semana, pero lo remediaba con una inocencia llena de ternura. Ahora bien, Segismundo, y más este Segismundo, es todo lo opuesto a un galán. Es una fiera humana, una bestia enjaulada de por vida a la que la privación de libertad no ha sentado muy bien. Segismundo está un tanto desquiciado y no conoce refreno a sus pasiones e instintos salvajes. Segismundo fue, por tanto, todo un reto. Pero más al respecto en la segunda parte de esta serie de posts.


Un tercer elemento que ha supuesto la obra, y uno maravillosamente recibido por mí en este punto de mi vida, ha sido la interacción con el grupo de teatro. El “cast & crew” de la compañía es un buen ejemplo de la sociedad universitaria de Oxford. Diverso, internacional, activo, inteligente, inquieto, dispuesto. Muchas cosas que echo de menos en Londres las encontré en el grupo, a través de la convivencia diaria, del disfrute de los éxitos y de las lamentaciones y desesperaciones, de los nervios, de las bromas, del día a día. Adicionalmente, dada la naturaleza de nuestra empresa, en el grupo de teatro se da una dinámica un tanto especial: la intensidad de la convivencia crece de forma exponencial conforme se acerca el estreno, aguanta al máximo durante los días de representación, y después se relaja de forma abrupta. No es que las amistades y relaciones desaparezcan, pero una vez terminada la obra todo el mundo necesita un descanso, y obviamente el nivel de interacción disminuye muchísimo al no tener ya que actuar a diario. Este tipo de relación grupal origina un ambiente de familia, similar en cierta forma al que yo experimenté en los campamentos de MarCha, que resulta gratificantemente nutritivo. Las charlas a altas horas de la noche sobre escenas que no convencen, la preocupación por aprender –y no olvidar- el texto, la ilusión por salir en la tele, los nervios entre bambalinas justo antes de una función, las bromas en los camerinos, las pintas en el pub junto al teatro después de representar… Aunque agradezco el descanso, ya lo estoy echando de menos. Ya les estoy echando de menos.

Un cuarto elemento tiene que ver con lo esta aventura ha supuesto en relación a mis inclinaciones dramático-interpretativas (cuando tengan dos sinónimos y no sepan cuál escoger, usen los dos separados por un guión; queda super culto). Pero de eso también hablaremos más adelante.

Después de muchos meses, campañas de marketing con mi cara y/o cuerpo semidesnudo expuesto por Oxford, 6 representaciones, 1372 entradas vendidas, numerosas críticas* y aparecer en el telediario de TVE**, el sueño ha terminado. Y a pesar de todas las dudas, decisiones que me ha costado aceptar, cosas que habría hecho de forma diferente, quejas y lloriqueos, si me pregunto a día de hoy si ha merecido la pena, la respuesta es sí.


“-¿Es ya de despertar hora?
-Sí. Hora es ya de despertar.”

Un saludo,
Adán.


* Críticas en los medios:


"There is much passion from the main character Segismundo, who succeeds in bringing out the scarily animalistic side of himself terribly convincingly."
Samuel Graydon, Cherwell

"The acting is powerful, passionate and forceful, the whole experience reminding me very much of opera – where I can’t understand a word being said but am very much moved all the same."
Debby Taylor, Theatreworld Internet Magazine

"Antón Morant portrays a larger-than-life Segismundo, the hunched and bestial prince of Poland."
★★★★
Matthew Davies, Oxford Theatre Review

"The passions evoked by Ekaterina Spivakovsky Gonzalez’ spurned Rosaura, or Antón Morant’s tormented Segismundo are, for the most part, relayed convincingly and movingly, with Gonzalez also making child’s play of the occasional switches to far more flippant moods for her character, which might well have seemed rather incongruous in the hands of a lesser actor."
★★★★
Catherine Coffey, Oxford Theatre Review

"Antón Morant as Segismundo is a strong lead and he certainly looks the epitome of a Goya nobleman. He presents the transformation from savage into civilized prince with suitable applomb."
Julia Gasper, Oxford Prospect

“The action is set against an unforgiving backdrop of serrated edges and red lighting, an effective complement to the darkness and torment of Segismundo’s character, passionately conveyed by Antón Morant.”
Laura Stacey, Cherwell

"There is a beauty in the sound of words independent of their meaning. [...] The rolling cadences of the poetry proved spellbinding in this production by Oxford Spanish Play."
★★★★
Chris Gray, Oxford Times

"For me, Antón Morant particularly stood out as the tormented Segismundo, capturing his conflict between anger at his maltreatment and his desire to be a just ruler."
Ianthe Greenwood, Oriel College's TPP


** Aparición en el telediario de TVE, 29 de abril 2013, minuto 44:25:

Y en 2013, seremos un poco más viejos

Cuando era más joven, y me debatía en lucha con la tragedia diaria de ser un adolescente, llegué a la conclusión de que mi vida trazaba círculos. Bueno, o al menos un aspecto en particular de mi vida. Y eran ciclos muy marcados, siempre el mismo patrón, pasando por las mismas etapas de génesis y catarsis. Poco a poco, los círculos variaban, era como trazar una espiral tridimensional en la que en cada punto la dirección cambia mínimamente, desviándose de forma aleatoria del itinerario previo, pero siempre manteniendo la misma forma general.

Identifiqué que este proceso cíclico no me convenía. Siempre empezaba igual, lleno de ilusiones autoinfundadas, descubría el error, y terminaba volviendo al punto de origen. ¿Cómo romper el círculo? Bueno, es evidente para cualquier persona con dos dedos de frente y un título en todología hiperbólica que para salir del ciclo basta con hacer algo tan simple como cambiar cualquier parámetro. Pero oh, la adaptabilidad cósmica al cambio. Mi patrón pervivía.


Ayer me di cuenta de que ya no sigo caminando en círculos. Ah, pero no me preguntéis... mucho me temo que no sé cómo salí. Imagino que aquí muchos lectores habrán caído presa del desencanto y duden de la utilidad de leer el resto del post si no voy a revelar la solución al problema propuesto. Queridos lectores, si yo supiera solucionar sus vidas, comenzaría por la mía. Y queridos lectores... el verdadero problema que trataré hoy, aún no ha sido propuesto.

Ayer me di cuenta de que ya no sigo un patrón cíclico. Ayer me di cuenta de que estoy parado. Atascado. Y ahora, según escribo estas líneas, me pregunto si la forma de salir del círculo no habrá sido, simplemente, dejar de andar. Y me pregunto si eso puede considerarse realmente como salir. ¿Aún estoy dentro, pero hibernando?

Ah... pero estoy saltando a la conclusión, sin haber si quiera explicado a qué me refiero cuando hablo de atasco. Y ahora es cuando, queridos lectores, comprenderán por qué he escrito un post por Año Nuevo, con un título que hace pensar que será un post de revisión del año. También me salté el post de cumpleaños (pido perdón a los afectados), de ahí la referencia a la edad.

¿Por qué temo que pueda estar atascado? Bueno, para eso hay que remontarse al principio del año. Yo había terminado el máster, y me había mudado a la ciudad de Londres donde llevaba un par de meses en mi primer trabajo. Estoy en un punto de mi vida en el que lo que hago suena genial, trabajo de lo mío, vivo en el extranjero, en fin, estoy donde se supone que debo estar. ¿En serio? Estoy en un punto de mi vida en el que estoy volcado en mi desarrollo profesional, digamos. Pero me da la impresión de que otros aspectos han quedado descuidados.

No soy la persona que quiero ser. Y apenas trabajo en serlo. Todas las promesas que me hice a mí mismo y que empezaban por "cuando termine de estudiar y de verdad sea libre...", no las he cumplido. Me prometí a mí mismo ser el dueño de mi vida. Y no lo soy.

Vivo en una ciudad muy grande. Vivo en una ciudad que en realidad me gusta. Pero es muy fría, muy oscura, y los inviernos son muy duros. Muy duros. Y echo de menos España, y echo de menos Oviedo. He encontrado buena gente allí. Pero no es lo mismo. Y no tengo la misma facilidad. Debería buscar el sol. Debería empezar todos los proyectos que se me ocurren, porque son geniales, o para descubrir que no lo eran.

Y sí, nos hacemos viejos. No me preocupa avanzar despacio, me pregunta no avanzar. Y si no avanzo, probablemente sea porque no tengo rumbo ni dirección. ¿Cómo llegar cuando no sé a dónde?

Quizá estoy siendo muy duro conmigo mismo. Quizá sea uno de esos días. Al fin y al cabo, el plan era mudarme a Londres para trabajar y aprender, y eso lo he hecho. También he encontrado tiempo para teatro, y sigo con ello de cara al año que viene porque ya estamos preparando la próxima obra. Incluso entrené karate durante un tiempo, aunque corto. Pero aún queda esa sensación de incompletud.


Y sí, llega el 2013. Y no sé si hacerme propuestas, porque eso últimamente ha demostrado ser bastante falible. No hace mucho, despedimos al soldado 24. Ahora que lo pienso, se me escapa media sonrisa. Este soldado lleva unas cuantas medallas, de eso no hay duda.

En fin, ¿por qué escribir un post como este? Quizá porque ayer he descubierto unas cuantas cosas. Quizá por una fan. Quizá porque merece la pena recordar lo que he hecho, y sentirme un poco más orgulloso. Quizá, queridos lectores, quizá simplemente porque Adán lleva demasiado tiempo dormido...

Un saludo y un feliz 2013,
Adán.