El número 23

3 de Noviembre de 2011

Mi reclutador es un tipo joven de etnia india, sonriente, de aspecto impoluto. Lleva un traje gris, una camisa rosa bastante llamativa y zapatos de punta. Me da la impresión de que cuando me sonríe, le brillan los dientes como si fuese un vendedor de coches. Me lleva a buen paso -me cuesta seguirle y darme cuenta del camino a la vez- desde Tottenham Court Road hasta Leicester Square.

-¿Es aquí?
-Sí. Sexto piso, ascensor rojo. Pregunta por D. J.

Mientras me pregunto el motivo de tener ascensores de colores, él me desea suerte y se va. Con una tarjetita de "visitor" prendida en el bolsillo de mi chaqueta, me dirijo al ascensor rojo y subo. Espero, yo también, tener un aspecto impoluto. Tras unos minutos sentado en el sofá, un tipo de mediana edad, de movimientos tranquilos y unos ojos pequeños, azules, y muy vivos, se presenta a recogerme. Me presenta al otro entrevistador, M. J., y nos dirigimos a una sala -etiquetada como "The Interrogatory Room"- para comenzar la primera ronda de la entrevista.


7 de Noviembre de 2011

Es mi primer día de trabajo en The Foundry. De nuevo el ascensor rojo y el logo amarillo me dan la bienvenida. Nervioso, entro en la oficina. D. J., ahora mi jefe, me está esperando junto con otro nuevo para presentarnos al equipo y enseñarnos la planta.

La oficina tiene ventanales dando directamente a Leicester Square, plagada de cines y teatros, masas de turistas, y actualmente en obras (aunque desde nuestra planta se puede ver el verde de los árboles). Me pregunto si llegaré a sentirme en este lugar como en casa. La gente del equipo parece muy agradable, junto a mí se sienta un español que no tiene problema en enseñarme a dar los primeros pasos, y un buen grupo hemos ido a comer juntos a un restaurante chino familiar en el Barrio Chino, en el corazón del Soho.

Al final del día no he hecho gran cosa, empezar a instalar mi equipo de desarrollo para empezar a trabajar. Sin embargo, cuando llego a casa, la sensación es buena. Llego con la emoción de un nuevo comienzo, de un nuevo viaje.


25 de Noviembre de 2011

Siempre me ocurre lo mismo cada vez que cumplo años. Un torrente de ánimo reflexivo me posee, y no puedo evitar pensar en el ritmo de mi vida. Es mi primer cumpleaños fuera de casa. En el último, aunque amanecí en Oxford, coincidió con un vuelo a Asturias para asistir a un acto de la Universidad. Aun así, ¡estoy contento! He amanecido en 23 cumpleaños viviendo una aventura en Londres, y con un trabajo que me permite mantenerme (piso en Brick Lane incluido). Creo que lo que más agradezco en este momento es que haya terminado la época de finales de verano, la angustia de la búsqueda de trabajo y piso, y las dudas asfixiantes que precedieron a la decisión de venir a Londres.

Londres es una jungla hiperpoblada. El espectáculo de la estación de metro de Liverpool Street es una sinfonía digna de ver. Manadas de ejecutivos se afanan en ganar medio minuto al tiempo corriendo escaleras abajo, hordas de trabajadores luchan contra la somnolencia de las 9 de la mañana, masas informes se desplazan en grupo, anónimas. Londres es una selva llena de tribus, es un bazar donde hay de todo, el único problema es saber qué elegir. Y en el corazón del laberinto, yo me uno a la orquesta tratando de hacer sonar mis notas. Aunque desafinen. Hay una hormiga más en la fila de obreras, pero una que sí mira al cielo en busca de las estrellas del caracol aventurero.

El soldado 23 se jubila ya, y se lleva unas cuantas medallas. Entre ellas, llegar a Londres. Damos la bienvenida al soldado 24... ¿a dónde nos llevará este viaje?

Un saludo,
Adán.

1 comentario:

  1. Hola, Adán, ¡feliz cumpleaños!

    Lo primero, aunque no lo más importante, decirte que:
    A) La imagen de la jungla es buena.
    B) Más discutible resulta la separación entre “ejecutivos” y “trabajadores”, ¿qué pasa, tío, los primeros no curran nada? Es un desliz impropio de la severa analítica de Adán.
    C) Menos significativo –aunque ya que estamos con el lápiz rojo…- es el empleo de “manada” y “horda” como sinónimos, el asunto tiene sus pegas y más aplicando la primera a los ejecutivos y la segunda a los trabajadores: huelgan los detalles.

    Lo segundo, lo importante, es decirte que el camino es tuyo, pero no sólo (todavía lo acentúo) en el sentido de que eres tú quien lo ha de recorrer, sino también en el sentido de que, si sigues actuando como hasta ahora, lo tienes (casi) ganado.

    Sigue viajando y abriendo talanqueras.

    Hasta la vista, Adán, ¡feliz cumpleaños!
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