En la boca de la madriguera del conejo blanco

¡Hola, viajeros!

De forma reciente y repentina, una serie de acontecimientos inusuales han, en cierto modo y sin que pueda aún prever sus consecuencias, chocado contra la rutina clásica de mi vida. Y todo empezó con el teatro...



Puede que algunos ya sepáis del curso de extensión universitaria que he hecho recientemente, sobre teatro e inteligencia emocional. ¿Aprendí mucho teatro? Puede que no demasiado. ¿Mucha inteligencia emocional? Diría que ninguna, ya que gracias a MarCha ya tenía algún conocimiento al respecto. Pero lo que sí fue el curso, fue una puerta. Una entrada a una serie de aventuras, de las que aún conozco tan solo el principio.

Ahora, por ejemplo, estoy escribiendo esto con unas gafas puestas. ¿Por qué? Buena pregunta.

El ambiente del curso de teatro fue bueno. Muy bueno. Y me sirvió para recordarme que existe un mundo mucho más grande de lo que pueda imaginar, que existen mil puertas ahí fuera esperando a que las abra. Y sirvió para recordarme cuánto me gusta abrir puertas.

La primera de esas puertas fue la obra de teatro "Mentiras y otras verdades", que representamos el pasado viernes 11 en el auditorio. Está grabada y se va a proyectar en el Milán, así que espero poder dar aviso del evento para que asistan a la proyección todas aquéllas personas (amigos, familiares y otros interesados) que no pudieron asistir entonces. El estreno fue uno de los actos que formaron parte de Alderique, el encuentro de asociaciones juveniles del Conceyu de la Mocedá d'Uviéu.

La gente del CMU tuvieron la amabilidad de invitarnos al día siguiente (id est, ayer) a los que habíamos tomado parte en Alderique a una espicha en el restaurante ecológico El Arbola. Como primera coincidencia (y empiece de la serendipia general) ayer era el último día que abría sus puertas al público, tristemente. Teniendo nosotros reservado el restaurante, además no abría para el público en general (es un sitio no muy grande y contábamos con ser muchos), así que cuando se presentó una pareja de leoneses que habían venido a cenar fueron invitados a unirse a nosotros tan alegremente.

El clima durante la cena fue genial. Un rollo un poco "hippy", la verdad, con el que no es que yo tenga mucho que ver pero que disfruté compartiendo. La gente del Conceyu estaban metidos en mil cosas, y me daba la sensación de haber mucha actividad bullendo detrás de todas aquellas personas. Lisi, organizadora del evento, Ula, que vino de Polonia con un proyecto de voluntariado europeo, David e Isa de Teatro por Teatro (¡hey, con ellos iba Antón!), Manolo, de la Asociación Gitana Unga, y muchos más con los que no me paré a hablar. Gente vegetariana, gente voluntaria, gente vital (muchas uves) en general...

Segunda casualidad: Los leoneses se habían encontrado aquí en Oviedo a unos músicos conocidos (de León), y les dijeron que tocaban a las 12 en el Swing. Y, cómo no, ¡nos apuntamos para allá! Así que de repente me vi tomando un gin-tonic en el Swing (local donde perdí y recuperé mi sombrero no ha mucho), con Pascu y Tamara (creo que así se llamaban los leoneses) y con Ula (la chica polaca). El cabeza del grupo no parecía mucho más joven que mi padre, lo cual puede significar tranquilamente unos 50 años. Me lo pasé muy, muy bien escuchándolos, la verdad es que no soy experto en música y mucho menos en Jazz, pero disfruté la noche.

Después de la primera parte del concierto nos fuimos de allí. Nos despedimos de Pascu y Tamara (¡¡mucha suerte con el futuro bebé!!) y nos encontramos con un amigo de Ula, Iván (¡trabaja en un periódico!). Fuimos al Arde París a tomar algo, donde me encontré con Motta, Hugo y Miguel, que después se marcharon "probablemente al Flamin", y después con Chus, Mery, Chiscu y Bécares, con los que me quedé cuando Ula e Ivan se marcharon.



Me di cuenta de que pasé la noche, en su mayor parte, con gente que no conocía de nada, de ahí el haber utilizado tantos nombres propios cuando no suelo usar ninguno. ¡Y de que me lo pasé bien! De que gané algo siendo abierto sin más. Y la verdad, me alegro mucho del viaje y la experiencia, plagada de casualidades (las contadas y otras).

De ahí el título de "En la boca de la madriguera del conejo blanco". Me siento en la entrada de un mundo nuevo para mí, de viajes y aventuras aún por descubrir. No sé a dónde me llevarán, pero creo que tengo mucho por delante, mucho que ver y mucho que ganar.

Ahora mismo llevo unas gafas sin cristales. Pero ésa, ¡ah!, ésa es otra historia...

Un saludo!
Adán.