Segismundo unchained: 2. Construcción de un personaje (o despertar a una bestia)

(Banda sonora, opcional, para este post: Asleep, The Smiths)


"Eres un puto animal psicópata". Tratar de despojarse de uno mismo, o de las cosas que le hacen a uno ser uno mismo, para encarnar a otra persona, es una de las cosas más bonitas que tiene el teatro. "¡Y te vuelves a caer, y te vuelves a levantar, y te vuelves a caer!". Es como ponerte un disfraz, pero como si el disfraz te lo pusieses desde dentro. "Y miras hacia arriba, y te preguntas, ¿por qué a mí?". Y, quieras que no, lo cierto es que aprendes mucho de ti mismo. Porque hay muchas cosas de ti, pequeños gestos, formas de moverse o estar parado, que no eres consciente de cuán específicos son a tu persona. "Eres un animal salvaje... ¿qué pasa si intento tocarte?" Hasta que tratas de ser otra persona, claro.


Segismundo, animal

Dados mis papeles anteriores, no es de extrañar que cuando expresé mi interés en ser Segismundo a Tere y Luis no les convenciera mucho la idea. "Nuestro Segismundo NO es refinado", me decían al hacer la audición. Así que, dándome cuenta de que el Segismundo que yo tenía en la cabeza no iba a valer, les pedí que me dijeran abiertamente qué es lo que buscaban, para ver si yo lo tenía. "Hazlo otra vez, pero con rabia. No muevas las manos. No te muevas. Hazlo sólo con la mirada, fija al frente".

El trabajo para construir a Segismundo comenzó de verdad a un nivel emocional y físico. Hubo muchos ensayos, pero ése, el primero, lo recuerdo muy bien. Estábamos en una sala de un college, que parecía usarse poco o nada. Unas escaleras con barandilla de madera daban paso a una especie de balconcillo-piso superior, que estaba lleno de trastos polvorientos. Abajo, sólo había alguna que otra silla y sofás viejos. De sobra: en realidad, sólo necesitábamos el suelo.

Es importante señalar que, al construir un personaje, hay que dotarlo de varios registros, de lo contrario el resultado será un personaje plano o, en el mejor de los casos, aburrido. Para Segismundo, comenzamos con la fiera. El animal enjaulado. Una emoción básica: rabia. El trabajo primero que hicimos fue ensayar movimientos por el suelo, los mismos que utilizaría en prisión y en palacio para gatear de un lado a otro. Ensayamos gruñidos, gritos y, sobre todo... ensayamos caídas. El continuo subir y caer, subir y caer, y subir, y caer, despertó un matiz a esa rabia salvaje: frustración. Un sentimiento de rabia maltratada, en este caso surgiendo de forma física y real. Nota: los golpes contra el suelo duelen; no eran fingidos. Al poco, este matiz despertó una segunda emoción básica. "Piensa que toda tu vida la has pasado en esta celda, nunca has visto a tu madre, nunca te han tratado con cariño, y piensa ¿por qué me tiene que pasar esto a mí?". Tristeza. "Vuelves a levantarte y vuelves a caerte".

Recuerdo que ese primer día también incluimos un elemento adicional, algo que Segismundo no conocía y veía por primera vez: Rosaura. Fue el primer atisbo de un Segismundo tierno, desconcertado. Pero para llegar a eso, haría falta más.


Segismundo, loco

"Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma o ramillete con alas, cuando las etéreas salas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que deja en calma; ¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad?".

Un problema importante a la hora de utilizar el texto es que, Segismundo, por mucha fiera que sea, dice cosas muy racionales. Era un problema que nos afectaba especialmente porque en nuestra interpretación queríamos llevar la faceta animal, salvaje y desquiciada de Segismundo al extremo. Y claro, había que encontrar la forma de hacerlo sin romper consistencia con el texto (esto para mí es muy importante).

Además, había que encontrar la forma de que Segismundo no estuviese siempre ahí arriba, dominado enteramente por la rabia, ira, fuego y destrucción. Había que encontrar al "Segismundo tranquilo".

La solución fue buscar un Segismundo reflexivo al que, y con esta misma expresión me refería yo internamente a este registro cada vez que lo tenía que utilizar, se le iba la pinza. La voz mucho más calmada, mirada perdida, hacia el público o el infinito, a menudo gestos con las manos intentando alcanzar algo invisible para el resto. Ya era una pista de uno de los temas de la obra, la percepción de la realidad.

Otro aspecto que tratamos de trabajar para mostrar un Segismundo más variado, y reforzando la faceta esquizofrénica del príncipe de Polonia, fueron las explosiones. Cambios muy repentinos de suave a fuerte, y viceversa. En este sentido, confieso haber hallado inspiración el personaje de Gollum, en concreto en una escena en Las Dos Torres en la que dialoga con sí mismo ("¡Vete, y no vuelvas más!"). Y esto fue base más adelante del Segismundo debatiéndose entre matar a Clotaldo o perdonarlo, o entre tomar a Rosaura o defender su honra.


Segismundo, rey


"Es verdad, pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos."

Conforme avanzan las escenas, Segismundo evoluciona. Intenta dominar su parte de fiera, y recuperar su parte de hombre, con la esperanza de vencer al hado que tan negro destino le pronosticó en su nacimiento. Así, una nueva faceta va surgiendo y se hace visible en algunas escenas de la obra: Segismundo muestra el deseo de hacer el bien.

Para transmitir lo que realmente pasa dentro de Segismundo en estas escenas, no valía con usar al Segismundo loco sin más. Me hubiera parecido que se perdería todo el arco del personaje de hacerlo así. Pero tampoco tenía sentido hacer un Segismundo cuerdo, entero y presentable. En esta interpretación, no había cabida para una evolución tan radical. Y la respuesta, la encontré en una idea: la derrota.

"Cielos, si es verdad que sueño, suspendedme la memoria, que no es posible que quepan en un sueño tantas cosas"

Para mí, cuando Segismundo prueba la dulzura del poder para ser devuelto a su celda por mostrarse cruel en palacio, experimenta una dolorosa sensación de fracaso, de derrota, de no poder más... que no tiene ya tanto que ver con la rabia como con la tristeza (¿Alguna vez has tenido un sueño tan dulce, que al despertar quieres llorar porque no era verdad?).

Y después de representar la obra varias veces, día tras día, al final fueron estos momentos los que más disfrutaba. Las explosiones de rabia, si bien intentaba hacerlas con la misma intensidad cada noche, habían ido perdiendo significado. Los momentos de locura, nunca los viví con tanta intensidad. Pero los momentos de derrota... ahí sí que me sentía Segismundo, con el alma al desnudo, puesta delante del público. Ahí sí que, como actor, estaba diciendo "¡esto, esto es lo que soy...!".

Interludio: Stanislavski vs Alba

Flashback. Estoy en Oviedo, terminando la carrera, y asistiendo a clases de teatro con el grupo de la Universidad. El cursillo es sobre inteligencia emocional en el teatro. Mi trabajo final es una comparativa de dos métodos de actuación: Stanislavski y Alba Emoting. El de Stanislavski promueve técnicas como la memoria emotiva: recordar una experiencia personal en la que se experimentó una emoción para traerla al presente al actuar, reviviendo dicha emoción. El de Alba (creado por Susana Bloch), utiliza patrones fisiológicos, como la respiración, postura o expresión facial, para hacer surgir emociones específicas sin necesidad de acudir a un estímulo que las provoque (os sorprendería hasta qué punto funciona).

Cuando hago algún ejercicio de actuación, tiendo a hacer algo en las líneas de lo segundo. Menos involucración emocional. Hay muchas historias de actores que se meten tanto en el personaje que acaban con problemas, y para un actor profesional, no es lo recomendable. Pero, qué queréis que os diga, yo no soy un actor profesional.


Momentos

Durante La Vida es Sueño, cada vez que me arrodillaba tras las barras de mi celda esperando a que se encendieran las luces, comenzaba la conjura por dentro. Estás solo. La respiración acelerada. Nunca saldrás de esta celda. Los puños apretados. La mandíbula apretada. Nunca encontrarás a nadie. La cabeza gacha, el pulso batiendo fuerte. Eres un puto monstruo y nadie te quiere. Y por fin, la explosión. "¡Ay mísero de mí!". Enseñando por fin la cara... "¡Y ay, infelice!". Aún puedo sentir las luces del teatro sobre mí al escribir estas líneas.

"Sólo a una mujer amaba. Que fue verdad, creo yo, en que todo se acabó, y esto solo no se acaba."

Cada vez que levantaba el brazo a través de los barrotes, y extendía la mano recordando el sueño de palacio, intentando agarrar algo que se me escapaba... no os mentiré: al hacer el gesto de acariciar un rostro invisible con la mano, inclinando la cabeza y mirando a través del aire, estaba viendo una cara. Cada noche, todas las noches.


Puede que no fuese lo correcto, puede que no fuese lo profesional. Pero esos momentos son los que más me quedan. Esos momentos son en los que, de verdad, fui Segismundo, dejando a Antón atrás. O quizá fui más Antón que la mayor parte del tiempo que paso fuera del escenario, y quizá por eso me gustaba ser Segismundo. Quizá por eso me gusta actuar. En esos momentos, en esos momentos estaba gritando:

"¡Esto, esto es lo que soy...!"

Un saludo,
Adán.